
Costa Rica se encamina hacia las elecciones más peligrosas de su historia reciente, y no por los candidatos visibles, sino por la estrategia silenciosa que opera tras bambalinas. Mientras la mayoría –ese 70% que ha renunciado a entender el sistema político que los rige– sigue creyendo en discursos mesiánicos, una estructura paralela va consolidando el verdadero poder con Pilar Cisneros a la cabeza como su estratega, vocera y, ahora, dueña del oráculo.
Bajo la excusa de “continuar el proyecto”, ya se anuncia la necesidad de 40 diputados en la Asamblea Legislativa para garantizar una reforma que permita la reelección continua. Nada más y nada menos, dicho sin reparos, como si fuera una necesidad nacional y no una afrenta directa al alma de nuestra democracia.
La diputada Cisneros, a quien Costa Rica dio asilo en nombre de nuestros principios republicanos, hoy busca dinamitar desde dentro el sistema que la protegió. ¿Y con qué herramientas? Con un Congreso de 40 diputaciones serviles, carentes de criterio político y motivadas por ambiciones mezquinas y personales. Ella les llama “patriotas”; yo los considero títeres útiles de un proyecto que ni siquiera llegan a comprender.
Y mientras tanto, ¿dónde está la oposición? ¿Quién levanta la voz desde los partidos “de oposición”? Silenciosos siervos menguados que no se atreven a levantar la voz ante semejante exabrupto político. Desde los sindicatos, desde las diferentes cámaras y sectores productivos. Silencio absoluto. ¿Y qué tal la academia y su autonomía universitaria?, el 1% del FEES les bastó para cerrar la boca y esconderse en sus madrigueras intelectuales. La sumisión es su respuesta estratégica.
La fórmula es clara: multipartidismo tóxico, polarización programada, y promesas a “líderes provinciales” para que por fin lleguen a ocupar una silla en la Asamblea Legislativa y vivan de las mieles del poder. La meta: llenar la Asamblea Legislativa de incondicionales que jamás habrían llegado a esos puestos por mérito académico o profesional.
Ya lo advertí en el pasado con Carlos Alvarado, y hoy lo vivimos a la enésima potencia con Chaves: una sociedad polarizada y dividida es una sociedad enferma de resentimiento, incapaz de ver que los verdaderos responsables somos nosotros mismos, que, como ciudadanos, votamos irresponsablemente por políticos cuyos únicos intereses son personalísimos y cortoplacistas. Los mismos que ayer servían a partidos tradicionales que hoy critican, ahora se disfrazan de antisistema con tal de mantenerse a flote. Esos famosos líderes provinciales y comunales que cambian de camisa, de acuerdo con el pago, al puesto o al “privilegio” de conocer al presidente.
Hoy la cancha está servida y el banquete listo para echar a perder lo que por décadas nos hizo ejemplo democrático en América Latina. Y lo hacen con bombos, platillos y bendiciones populares. Porque los costarricenses han preferido creer en las mentiras de un par de egocéntricos resentidos políticos y sociales, antes que enfrentarse a sus propias responsabilidades ciudadanas.
Costa Rica no necesita reelección continua. Necesita liderazgo con ideas claras y valentía para enfrentar a quienes han tomado el poder no para gobernar, sino para perpetuarse. Cuando la democracia decae, es por la indiferencia de quienes debieron defenderla y no lo hicieron.
Cuando llegue el día de las elecciones, contaremos los votos de los siervos menguados que dieron ese cheque en blanco, pero también los de quienes aún no se atreven a alzar la voz.
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Fanny Ramírez Esquivel es consultora internacional en Comunicación Política. Galardonada por la Academia de Washington de las Artes y Ciencias Políticas.