El diccionario explica que patán es la persona que se comporta de forma ignorante, tosca, grosera e irrespetuosa.
La definición calza con notable precisión para describir al grupito de chavistas que agredió el lunes a un equipo periodístico de NC Once.
Ese día, un puñado de manifestantes la emprendió a empujones e insultos contra un reportero y un camarógrafo que salían de la Asamblea Legislativa.
Los bochincheros repetían una y otra vez los mismos adjetivos despectivos utilizados por el presidente, Rodrigo Chaves, contra la prensa.
No satisfechos, persiguieron a los comunicadores hasta su vehículo e incluso lo golpearon, ante la indiferencia de algunos policías que estaban cerca.
La agresiva actuación de tales personas no debe ser pasada por alto, pues parece guardar cierta similitud con otros hechos recientes.
Recordemos las amenazas de muerte lanzadas contra los diputados por un hombre que ingresó, hace dos meses, a la barra del público en el Congreso.
Un mes antes, una activista chavista había llamado a sacarle “el sirope de la nariz” al frenteamplista Ariel Robles, durante un mitin frente al Parlamento.
“La señora es conocida en la Asamblea porque siempre viene con un grupo de personas que incluso agreden verbalmente a quienes se les acerquen”, denunció Robles en aquel entonces.
De momento, no hay suficientes elementos para señalar que se trate de hechos relacionados, pero tampoco para descartarlo.
Analizar su lenguaje oral, sus gestos y conducta podría resultar útil en la búsqueda de respuestas. Por su patanería los conoceréis.
De hecho, tres factores comunes en estos incidentes son el escenario, los discursos de odio y el tono intimidatorio utilizado.
Resulta evidente que la intención de tales cabezas calientes es hacerse notar, sin medir las consecuencias de sus acciones.
Aplicarles la ley del hielo, o del desinterés, podría ser una buena medida para negarles el protagonismo que andan buscando.
Pero también es necesario que las autoridades apliquen medidas disuasorias y ejemplarizantes para evitar que estas prácticas se extiendan.
El derecho a manifestarse y expresarse no puede utilizarse como un pretexto para el matonismo ni para pisotear los derechos de otros.
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El autor es jefe de información de La Nación.
