FIRMAS PRESS.- Las tendencias de los populismos xenófobos han prendido globalmente. Su discurso, que señala como los mayores responsables de casi todos los males nacionales a los inmigrantes sin papeles y hasta a sus descendientes, resuena entre muchos votantes por la simplicidad de una tesis que, aunque carezca de fundamento, resulta atractiva porque culpa a otro. Ha sido uno de los logros del trumpismo –en la campaña electoral del 2024, Donald Trump afirmó que los inmigrantes “envenenan la sangre de Estados Unidos”–, y los partidos políticos afines en Europa también lo explotan electoralmente.
Sin ir más lejos, en España, donde el gobierno socialista (PSOE) de Pedro Sánchez vive sus horas más bajas por una trama de corrupción que salpica a la cúpula, el Partido Popular (PP), que aglutina a la centroderecha, se enfrenta a la subida en intención de voto de Vox, el partido de extrema derecha suscrito al recetario trumpista en lo concerniente a la inmigración.
Es un momento delicado para el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, ya que es su oportunidad de alcanzar el poder, por el desgaste enorme del sanchismo, pero con el peligro de depender de un gobierno de coalición con los ultras de Vox si, ante una eventual celebración de elecciones adelantadas por la crisis, no alcanzara la mayoría absoluta para gobernar.
El votante liberal, y también el elector socialista descontento con el rumbo que ha tomado su partido, tendría grandes reparos si el PP acabara pactando con unos socios cuya agenda pone en peligro las libertades individuales alcanzadas (el derecho al aborto, la ley de eutanasia, los derechos LGTBQ) y que en política migratoria aboga por medidas draconianas que distan mucho de los valores supuestamente cristianos que dicen defender.
En estos días de gran conmoción política en España, en los que la oposición cobra fuerza por el debilitamiento del gobierno de Pedro Sánchez, Vox inflama su discurso antiinmigración pensando en el rédito político: algunos de sus diputados hablan de expulsar a cientos de miles de personas con estatus irregular y también a la segunda generación nacida en España. Los de Vox, liderados por Santiago Abascal, proclaman lemas como “Queremos seguir siendo España”, con la voluntad de “preservar la identidad española”, como si la presencia de inmigrantes fuera un agente destructor de esa supuesta pureza de la españolidad (por cierto, en un mundo globalizado, ¿cómo se define esa “españolidad” que pretenden defender como en los tiempos de las cruzadas?).
Falso relato
La ultraderecha española se ha subido al carro de la perversa teoría del llamado “reemplazo demográfico”: una supuesta confabulación para sustituir a la población española, algo que también esgrime el gobierno de Trump en Estados Unidos, con el relato inventado de una invasión masiva de inmigrantes que llegan para violar a las mujeres, quedarse con los empleos y cometer todo tipo de crímenes. En suma, destruir el aparente sacrosanto tejido de la sociedad que, paradójicamente, al menos en el caso americano, en su mayoría proviene de flujos migratorios.
Mientras desde Vox hay quien ha llegado a decir que la intención es expulsar del país a ocho millones de extranjeros (se hacen eco de los campos de concentración en terceros países, que son limbos sin ley para los deportados), el PP procura alejarse de ese discurso, a la vez que endurece el suyo propio sobre la política migratoria. Su secretario general, Miguel Tellado, ha afirmado que “las posiciones de Vox son más extremas”, matizando que el PP defiende una inmigración regulada y ordenada, mientras que la extrema derecha pretende llevar a cabo deportaciones masivas desde una visión apocalíptica y deformada de la realidad.
Conviene hablar de la realidad, por mucho que los populismos prefieran obviarla porque les conviene. Lejos de ser una rémora económica para el país, la presencia de inmigrantes en España contribuye al incremento del PIB nacional. Además, en una nación donde la natalidad está en mínimos, el crecimiento depende en gran medida de la inmigración.
En cuanto a la criminalidad de la que habla Vox, dibujando un país irreal carcomido por una supuesta inseguridad ciudadana, los datos apuntan a que no hay relación entre criminalidad e inmigración (lo mismo ocurre en Estados Unidos a pesar de la propaganda trumpista). Según un estudio elaborado por el grupo consultor PwC Strategy&, debido a la constante baja de natalidad, la llegada de inmigrantes a España no impedirá que el país pierda un 30% de su población dentro de 75 años, hasta reducirse a 34 millones de habitantes, desde los 49 millones que hay actualmente. Un dato interesante: una vez asentada en el país, entre la población inmigrante también desciende el índice de natalidad, una señal más del proceso de asimilación.
En España, la cantidad de extranjeros representa un 14,13% de la población total, que incluye a personas con nacionalidad extranjera y a los que ya están nacionalizados. Inmigrantes de Marruecos, Colombia y Venezuela son mayoría en las comunidades extranjeras y se dedican a la construcción, las labores en el campo, los servicios de hostelería, los cuidados de personas mayores, los trabajos domésticos y en el sector sanitario, pero también hay emprendedores con sus propias start-ups. Sin ellos, España no tendría la fisonomía y el dinamismo diverso de los que hoy goza. Cuando los de Vox hablan de la “identidad española”, parecen olvidarse de un presente ineludible para aferrarse a un pasado ficticio. El PP tiene mucho trabajo por delante para distanciarse y poner tierra de por medio con una xenofobia que al votante en el espectro que comprende a liberales, centristas moderados y socialdemócratas le produce, cuando menos, urticaria electoral.
Red X: @ginamontaner
Gina Montaner es periodista.
