Columnistas

Polígono: Un pisuicas ruso

Un mensaje bastante embarazoso para la Unión Europea envía el diablo del Kremlin.

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La noción de que el mito del diablo pasó a la obsolescencia (G. Minois, Le diable, 1998) se aplica a las religiones monoteístas, pero no a la política. En esta, la majestad de los Supremos sigue radicando en que se apoya en la resistencia sostenida del demonio. Los teólogos de la demonología política (¿debemos decir demonólogos?) siguen utilizando esa paradoja, solo que vista desde el otro lado del espejo. Esta semana se produjo un terremoto político de intensidad aún no revelada, pero sin duda alta. El diablo de las estepas, la siniestra entidad llamada Vladímir Putin, anunció ante ese conciliábulo de demonios menores que es el Parlamento ruso la propuesta de una serie de sulfuradas reformas constitucionales. Como ya sabemos que hasta en la prístina democracia costarricense “la clase política no le tiene miedo al pueblo” y que el Parlamento ruso es, por definición, la clase política de Rusia, no dudamos que de inmediato muchos lamentarán que en el infierno la clase política solo le tema al pisuicas.








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