El futuro que una nación, una empresa o nosotros mismos como personas nos construimos, está marcado por la integración virtuosa de tres elementos: voluntad, decisiones y lectura de las señales que nos ofrece el porvenir.
La voluntad está en recordar que nuestro futuro depende de nosotros y que, por lo tanto, es un imperativo y una oportunidad del ser humano, el construir un mañana en el cual se pueda encontrar la mayor realización. Esto es así también para los países y las organizaciones.
Las decisiones son las que dan coherencia a la voluntad, es decir, si el acto de construir un futuro no va acompañado de las decisiones y el compromiso de actuar según esa visión construida, se estará siendo inconsecuente con uno mismo; y así el ejercicio de construir el provenir habría sido solo un sueño.
La lectura de las señales que nos aporta el futuro es la actitud «vigilante» que debemos hacer siempre de cómo evoluciona el mundo a nuestro alrededor. ¿Qué oportunidades se configuran y están relacionadas con el futuro que me quiero construir? ¿Qué cosas podrían ser más bien «peligros» que debo anticipar porque ponen en riesgo el futuro que quiero para mí?
Estos tres elementos unidos constituyen lo que conocemos como la estrategia; es decir, la forma en cómo vamos a llegar al futuro deseado, al futuro preferido. Como puede apreciarse, las estrategias no son formatos universales, sino que cada uno debe diseñar la suya propia y en ella quedará plasmada su propuesta diferenciadora respecto a todos los demás. Así se aplica también si eres una empresa, un territorio, una organización de la economía social, una universidad, un medio de comunicación.
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Imagen con fines ilustrativos: Foto: Shutterstock (Shutterstock)
La Costa Rica del futuro. Pero hoy nos vamos a referir solo al punto de las señales fuertes y débiles para lo que sería la Costa Rica del futuro. Creo que de los pocos consensos de largo plazo que tenemos en nuestro país sobre la imagen de futuro que aspiramos colectivamente, es ser un país con una estrategia diferenciadora en el tema de la sostenibilidad, una economía baja en emisiones; lo que algunos llaman un «país verde». Pero además de serlo, queremos que se nos reconozca a nivel mundial y sea parte consustancial de nuestra identidad país.
En el análisis prospectivo, se estila dividir las señales en fuertes (tendencias) y débiles (hechos portadores de futuro). Las tendencias son patrones definidos que se espera mantengan un comportamiento «predecible» a futuro y, por lo tanto, para efectos de la toma decisiones, forman parte de las referencias que debemos tomar en cuenta. Los hechos portadores de futuro o como dice el prospectivista Francisco Mojica, los «gérmenes portadores de futuro» son los que nos dan idea de que algo está empezando a tomar fuerza y que tiene potencial disruptivo.
Para la lectura de esas señales, los investigadores de futuro y los prospectivistas aplicamos diferentes técnicas de análisis que van desde las muy basadas en la observación y lo cualitativo; hasta las que son más científicas en el sentido de la aplicación del método y por ello generan un tipo de dato que complementa los estudios de corte más fenomenológicos.
Una de esos métodos y sus técnicas de estudiar las señales es el que se conoce como la informetría, qué básicamente consiste en el estudio riguroso y sistemático de la información que se genera sobre un tema específico y que se publica en revistas y medios altamente reconocidos por la veracidad y criterio de selección de las publicaciones.
Para lograr este cometido, los principales think tank y redes de prospectivistas se mantienen vigilantes de un conjunto de sitios y publicaciones (bibliometría) y de nuevos aportes en el campo de conocimiento (cienciometría) para extraer de allí señales débiles de lo que podría llegar a ser un acontecimiento de impacto significativo sobre la situación del país o la empresa.
Índice ambiental. Por ejemplo, hace unos días, una de esas fuentes que se monitorean, la MIT Technology Review Insights, publicó los resultados de «The Green Future Index 2021», un indicador que establece un ranking de 76 economías en su progreso y compromiso hacia la construcción de un futuro con bajas emisiones de carbono.
¿Por qué esta información hace parte de los hechos portadores de futuro que deben interesar a Costa Rica? Bueno, porque el país ocupó la muy destacada posición siete en la clasificación; solo superado por Islandia (1), Dinamarca (2), Noruega (3), Francia (4), Irlanda (5) y Finlandia (6); y superando a países como Suecia, Holanda, Canadá y al resto de países del continente americano.
Pero además de esa honrosa ubicación, que es una señal de que estamos haciendo bien las cosas y podríamos hacerlas aún mejor, es también parte de lo que hoy la humanidad ha considerado como uno de los únicos escenarios de futuro posibles para revertir los efectos del cambio climático.
¿Por qué es importante monitorear este tipo de hechos portadores de futuro? Hay tres razones fundamentales. La primera es que nos da evidencia de que estamos transitando por el camino de las economías de mayor responsabilidad con el tema ambiental, a nivel mundial. La segunda es que, al alcanzar estos puestos en un ranking de tanto prestigio, nos da la fuerza para «creérnosla» y poder hacerlo también en otros campos clave, como la inclusión, la reducción de la desigualdad social, el mejoramiento de la educación, entre otros. La tercera es que nos convierte en vitrina y referente ante el mundo, lo cual puede acarrear beneficios múltiples que podrían ir desde un aumento del turismo hasta la aparición de oportunidades de investigación y desarrollo conjunto con países con los cuales tenemos metas compartidas y que nos podrían aportar en nuestras carencias.
Al pensar en este tipo de Costa Rica, es cuando más urgimos la transformación de nuestra forma de planificar y ponernos en «clave» largo plazo, visualizar el país que queremos y trabajar para alcanzarlo; y que finalmente, así como somos referente mundial en «The Green Future Index»; lo podamos ser también en el coeficiente de Gini, el Índice de Desarrollo Humano, el Índice de Efectividad en la Creación de Valor Público, entre otros más.
El logro de estos resultados estará en la capacidad y la voluntad política que podamos tener para crear nuestro propio camino, para ofrecer al mundo algo que nos haga únicos y no intentar copiar lo que a otros les ha funcionado. El profesor o, mejor dicho, el padre de la estrategia competitiva, Michael Porter, ha planteado, de manera muy científica, que todos los países y empresas que han pretendido ser los más exitosos a partir de copiar a los mejores, no han tenido éxito, porque al final de cuentas, dice este estratega, no existe un único mejor, sino que cada uno debe descubrir sus mayores fuerzas para competir y trazar su propia ruta.
El autor es docente de la UNA y la UCR.