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Estudiantes del programa de educación dual del INA en Intel. (Rafael Pacheco Granados)
Me gusta que el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA) aproveche la ley de educación dual. He visto una institución con un estimulante cambio de giro en términos de su enfoque, proactividad y estrecha relación con el sector empresarial, que recobró la razón de ser de la institución, ¡felicitaciones!
Nacida en el año 1965 bajo el lema de ser la llave del progreso, el INA está llamado a constituir la conexión entre las carreras técnicas y el mercado laboral, pero no siempre fue así, y más bien en múltiples ocasiones se le criticó precisamente por impartir cursos y dar capacitaciones en materias que ya estaban obsoletas, o bien, por una oferta con escasa demanda.
La educación dual, motor de desarrollo de países como Alemania —que es un referente global—, permite hermanar la oferta educativa técnica con las necesidades en tiempo real del sector productivo, y provee a los jóvenes algo clave para que no les cierren las puertas: experiencia práctica y laboral.
Aplaudo a los valientes legisladores que aprobaron la ley, que, recordemos, tuvo fuerte oposición de algunos sindicatos; sin embargo, gracias al empeño del Congreso, el INA y el Ministerio de Educación cuentan con una estructura legal que brinda oportunidades y apoya al sector privado en un momento decisivo por las opciones que abre el nearshoring o deslocalización de las empresas.
La proactividad del INA ya dio sus primeros frutos a través de convenios con la Asociación de Empresarios para el Desarrollo, la fundación Konrad Adenauer y empresas estratégicas como Intel, Fifco, Procter and Gamble y algunas otras.
Pero su radio de acción no se limita a las grandes empresas y zonas francas, sino que propicia foros provinciales y regionales con pequeñas y medianas empresas en lugares como Monteverde, Cóbano y La Fortuna para llevar a Golfito y Quepos oportunidades a los jóvenes que no tendrán que migrar a la GAM.
Aplaudo también que la institución propicie el que otros proveedores educativos sean parte de su oferta mediante becas, eso sí, que cuenten con la acreditación y aval técnicos de la institución. Para una generación que sufre el apagón educativo, el INA se convierte en un faro de esperanza. Ojalá otras instituciones sigan su ejemplo.
La autora es politóloga.