En momentos en que el país está inmerso en un discurso de odio y polarización, refresca ver cómo un grupo de 61 estudiantes prácticamente le cambió la vida a 69 jóvenes por medio de un proyecto universitario gestado por el TEC, denominado “Olas solidarias”.
Resalto de este programa cómo estos 61 alumnos pudieron conocer una realidad que quizá les era ajena: descubrieron que otros jóvenes, residentes en isla Caballo, tenían limitaciones para estudiar debido a la falta de algo tan básico como la electricidad, lo cual limitaba el número de horas que podían dedicar al aprendizaje.
Es evidente que el grupo del TEC jamás imaginó lo que le demandaría el cumplir con su proyecto social universitario, pero pudieron más el amor y compromiso con el que emprendieron la labor encomendada.
Aplicando los conocimientos adquiridos en la universidad, y con la ayuda del SESLab, se dieron cuenta de que el problema era mucho más retador de lo que habían pensado, pues implicaba más que sustituir el 50% de las baterías fotovoltaicas que había pedido el personal del centro docente. Y aunque concluyeron que la solución era más complicada, eso no los desmotivó.
El trabajo que solucionaría verdaderamente el problema los obligó a organizar actividades para recolectar una alta suma de dinero y, a base de bingos, rifas y ventas, fueron muy exitosos: requerían ¢7 millones y recaudaron ¢8,2 millones. Ayudados por los guardacostas, lograron trasladar los equipos hasta la isla.
Con el dinero que les sobró, adquirieron equipos de cómputo, materiales didácticos y deportivos, además de víveres. Porque su gran esfuerzo no se limitó solamente a llevarles luz: con gran empatía, comprendieron las muchas necesidades materiales de esta población.
Felicito al TEC por esta iniciativa y a estos 61 jóvenes. Estoy segura de que, más allá de los conocimientos técnicos adquiridos en sus carreras y llevados a la práctica con esta experiencia, pudieron descubrir otra Costa Rica, una más necesitada.
Para las próximas generaciones de “Olas solidarias”, este grupo será sin duda un referente de cómo se puede dar la milla extra en vez de ver el trabajo social universitario como un requisito más. Este proyecto representa lo mejor del ser costarricense e ilustra cómo la solidaridad –y no el odio– es lo que hace la diferencia.
nmarin@alvarezymarin.com
Nuria Marín Raventós es politóloga.