Tres días después de que el presidente Rodrigo Chaves fue al Congreso a culpar a otros por los incumplimientos de su gobierno, don Gustavo Enrique Villalobos lloraba por su hijo asesinado en un asalto.
Chaves acudió, el pasado 5 de mayo, al plenario legislativo con la clara intención de convertir su tercer informe de labores en una plaza pública condimentada con excusas, ataques y videos propagandísticos.
Mientras el mandatario oficiaba su culto al yo, don Gustavo no tenía consuelo. Dos días antes, su hijo falleció cuando tres jóvenes le dispararon a él y a su pareja para robarles el carro en una gasolinera en Curridabat.
“Costa Rica es un país más seguro”, proclamó Chaves sin sonrojarse durante su discurso. Sin embargo, para el padre del electricista fallecido la realidad es muy distinta y no ocultó su enfado con el gobernante.
“¿Dónde estaba la ley? Aquí, en Costa Rica, se les salió de las manos ya”, sentenció Villalobos con firmeza. “Este gobierno lo que hace es pelear con los poderes, y para él (Chaves), todo está bien”.
Al igual que don Gustavo y su familia, muchos hogares costarricenses sufren hoy las consecuencias de la ola de violencia que esta administración intenta disimular, posiblemente por cálculo electoral.
Según una revisión hecha por La Nación, una de las grandes omisiones en las 113 páginas del informe presidencial es que no se hace ninguna referencia a la cifra récord de homicidios de los últimos dos años.
En ese periodo, nuestro país registró un total 1.784 asesinatos. El estudio indica que estas cantidades no se veían desde la guerra civil de 1948, cuando fallecieron entre 2.500 y 3.500 personas.
Sin embargo, por más que se pretenda ocultar el tema, en las encuestas cada vez resultan más evidentes la preocupación ciudadana por la inseguridad y las dudas sobre la capacidad del Ejecutivo para aplacarla.
El presidente, en uno de sus tantos deslices, alegó que las víctimas de la violencia son las propias bandas criminales que la provocan. “Se están matando entre ellos”, dijo a modo de excusa o justificación.
No, señor presidente, los registros policiales muestran un espeluznante crecimiento en el número de víctimas colaterales o inocentes, que quedan atrapadas en medio de alguna refriega.
La desidia mostrada por Zapote sobre este tema es inaceptable y despierta conjeturas sobre razones que van más allá de su impericia. Tristemente, de cara al último año de este gobierno, no se observan señales de cambio.
