“Ahora vivo tranquilo, aferrado a la vida en mi casa, lo único que me quedó de todo el dineral que gané; lo demás se perdió en rumbas”. Eso dijo Kid Pambelé, campeón mundial de boxeo en los 70 del siglo pasado, un negrazo colombiano catalogado como uno de los mejores pesos wélter de la historia. Hoy, a los 80, malvive ya viejo, solo con su esposa, arruinado luego de ser famoso y rodeado de la adulación de muchos.
Otro tanto pasó con Kid Chocolate, un brillante boxeador cubano, famosísimo también, campeón allá por los años 30 y 40, que terminó pobre, enfermo y lidiando con las drogas. Como que eso de que lo llamen a uno “Kid… algo” parece comprar un tiquete para una cruel caída.
Esta historia no es solo con el boxeo, aunque hay tantas ahí. Con otros deportistas pasa lo mismo. Piensen en la cantidad de futbolistas que fueron famosos en el mundo entero; por ejemplo, el gran Adriano, delantero brasileño, vinculado con el narco. O famosillos en algunos de nuestros paisitos, héroes populares de antaño que hoy vegetan en el olvido.
Las caídas estrepitosas tampoco se limitan a deportistas, cantantes o artistas de cine que terminaron como espectros de una vieja gloria hecha pedazos. Pensemos en políticos que, cuando poderosos, tienen el mundo a sus pies, con redes de sicofantes, lacayos, correveidiles ansiosos de amplificar su arbitrariedad y deseos. Cuando caen, si es que caen, terminan apaleados en alcantarillas como Gaddafi, el dictador libio, o en una situación de ostracismo en la que nadie los conoce, los recuerda o los vuelve a ver. Todos quieren tenerlos de larguito.
Por conveniencia de muchos, entonces, un ángel caído, cae solito. La telaraña de enchufados se desvanece e, inevitable, emerge el gran vacío: trepó solo, hizo mal solo, las culpas fueron suyas. Si alguna indiscreta foto, texto, video o grabación muestra lo contrario, no queda más que negar, siempre negar, y quedarse “cuchito” en una esquinita mientras pasa el ruidazal. Lo importante es sobrevivir sin perder lo ganado.
El ángel que cae es la historia de Kid Pambelé y de muchos y, ahora, la del exmagistrado de la Corte Suprema, exministro, exviceministro, exfiscal Celso Gamboa. La diferencia es que Pambelé ganó lo que ganó por ser un gran atleta, y luego se rifó su propia plata, sin daño a terceros. No puede decirse lo mismo del señor Gamboa. ¿Dónde estarán sus amigos de siempre?
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Jorge Vargas Cullell es sociólogo.