
La participación ciudadana en Costa Rica se ha reducido al acto de votar cada cuatro años, mientras crecen la desconfianza institucional y la indiferencia política. La percepción ciudadana de una institucionalidad que no resuelve los problemas genera un descontento que se traduce en desconfianza hacia la democracia.
En la primera ronda de las elecciones de 2022, el abstencionismo alcanzó un récord de 40,65%, el nivel más alto desde 1953. En la segunda vuelta de ese año se elevó a 43,24%, y en las elecciones municipales de 2024, ese promedio fue de 67%, y solo el 53,8% de los menores de 30 años acudió a las urnas.
Aunque un estudio ONU-Ulacit, de setiembre de 2025, identificó que el 85% dice estar dispuesto a votar en febrero de 2026, el informe del CIEP de abril de este año muestra que el 71% de las personas entrevistadas dicen no saber por quién votar. La voluntad de participar existe, pero no va acompañada de convicción ni de un compromiso con propuestas o partidos.
Latinobarómetro (2024) señala que el apoyo a la democracia en nuestro país cayó del 67% en 2020 al 63% en 2024. Simultáneamente, creció la indiferencia ante el tipo de régimen (de 12% a 17%) y el porcentaje de apoyo a un gobierno autoritario (de 11% a 17% en ese periodo); son todas cifras que alejan a Costa Rica de la figura de modelo democrático en la región.
La confianza en las instituciones políticas es también un dato que refleja esa insatisfacción ciudadana. Según el CIEP, cerca del 74% de la población tiene poca o ninguna confianza en que el gobierno pueda resolver los principales problemas del país. No sorprende entonces que la Asamblea Legislativa sea de las instituciones peor evaluadas (con un promedio de 4,5 de 10), al igual que los partidos (3,6 de 10).
Este panorama generalizado de desencanto es caldo de cultivo para salidas autoritarias. Figuras populistas de mano dura encuentran terreno fértil cuando la ciudadanía percibe que las vías institucionales no responden a sus urgencias. A nivel regional, Latinoamérica atraviesa una “recesión democrática” donde solo el 52% de los latinoamericanos apoya la democracia como sistema político.
Costa Rica aún mantiene contrapesos importantes, existe todavía alto respaldo a la integridad del voto y un fuerte rechazo a la idea de un gobierno autoritario, pero si la democracia se reduce al momento del voto, sin participación cívica continua ni cauces institucionales que canalicen las demandas sociales, nuestro país podría terminar seducido por respuestas fáciles que comprometan su sólida tradición democrática.
Daniel Hernández Calero es estudiante de Ciencias Políticas de la UCR.