La presión de las protestas causó la destitución del ministro de Educación. Que haya sucedido por imposición de “las calles”, me parece un mal presagio desde el punto de vista político. Pero, más lamentable aún, son las razones de su salida, relacionadas con asuntos, si bien importantes para unos grupos, no son los que sacarán a Costa Rica de los problemas que provocan el mayor descontento en la población.
El nivel de desempleo superó al 10 % hace rato. Uno de cada cinco jóvenes menores de 35 años no encuentra empleo. La educación es un factor crítico para conseguir trabajo. A las personas que no han completado la secundaria les resulta más difícil hallar trabajo que a quienes sí se graduaron.
El Informe del Estado de la Educación, preparado por el Estado de la Nación, nos dice que, si bien el país gasta mucho en este campo (8 % del PIB), los resultados no son óptimos. Por ejemplo, menos de la mitad de los jóvenes que inician sétimo llegan a matricularse en undécimo. La otra mitad, o aplazan un año o dejan de estudiar. En las pruebas PISA, nuestros estudiantes reflejan un rezago de tres años de formación en matemáticas con respecto al promedio de los países de la OCDE.
El Estado de la Educación señala, como uno de los problemas, la falta de articulación entre ciclos educativos. Apenas el 5 % de las escuelas primarias imparten todas las materias previstas en el programa curricular. Como resultado, los jóvenes llegan a la secundaria mal preparados para avanzar académicamente.
Si bien la mayoría de los profesores son profesionales, la calidad de la educación universitaria que muchos de ellos recibieron es dudosa. Utilizan técnicas inadecuadas en las aulas, hacen un uso muy bajo de las tecnologías de infocomunicación modernas y no tienen un buen nivel de inglés, aspectos fundamentales en el mercado laboral de hoy. Encima, el sistema de gestión del MEP es centralizado, engorroso y burocrático, lo que les resta tiempo efectivo en clase e iniciativa a los profesores.
El futuro ministro de Educación debería enfocarse en las transformaciones del sistema educativo, guiadas a obtener mejores resultados. El objetivo debería ser graduar a más jóvenes, con un nivel que les permita insertarse en el mercado laboral del futuro de una mejor manera.
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El autor es economista.