En tiempos de recortes presupuestarios a los sectores de la educación y la cultura, resulta necesario volver la mirada a figuras señeras del pensamiento patrio. Entre ellas, se encuentran mujeres que desafiaron las concepciones ideológicas patriarcales de su época, como Emma Gamboa Alvarado, nacida el 17 de octubre de 1901.
Ella fue impulsora, junto con el poeta Julián Marchena, de la primera Feria Nacional del Libro, realizada en 1954 en las instalaciones de la Facultad de Pedagogía de la Universidad de Costa Rica (UCR), situadas en el viejo edificio que perteneció a la clausurada Universidad de Santo Tomás, en el centro de San José.
En esa época, ella sostuvo, por medio de un artículo publicado en La Nación, que el libro debe estar al alcance de todos, y abogó por iniciar una cruzada de fomento de la lectura para la población que ya sabía leer y escribir.
Para una intelectual como Gamboa era imposible creer que un pueblo pudiera vivir en condiciones democráticas con pocas o nulas posibilidades de acceso al material escrito, y escasas y empobrecidas bibliotecas, ubicadas por sobre todo en las ciudades más habitadas del territorio. Para ella, la biblioteca debía formar parte ineludible del corazón de todo centro educativo.
Educación como norte
Parece que hoy, casi setenta años después, sus palabras resonaran como la fuerza inicial. La población aumentó, las instituciones educativas también, pero estudios elaborados con fundamentación científica, como el último Informe Estado de la Educación, hacen notorias las desigualdades y carencias de nuestro estudiantado en materia de aprendizaje de la escritura y la lectura.
Y son muchas las escuelas, principalmente en territorios rurales, que no cuentan con los servicios de un profesional en bibliotecología.
¿Quién fue esta maestra visionaria? Emma Gamboa se formó como educadora en la Escuela Normal de Costa Rica, situada en Heredia, bajo la tutela de intelectuales de la talla de Omar Dengo, María Eugenia Obregón, Roberto Brenes Mesén o Carmen Lyra.
Con ansias de aprender más, se especializó en el área educativa con la obtención del bachillerato, la maestría y el doctorado en la Universidad de Ohio, Estados Unidos.
Aparte de laborar como maestra de Educación Preescolar y Primaria, se desempeñó como profesora y decana de la Facultad de Pedagogía y fundadora de la Facultad de Educación de la UCR.
Fue la primera mujer, en nuestro país, que asumió el cargo de ministra de Educación Pública, así como una de las fundadoras de la Asociación Nacional de Educadores (ANDE). Escribió, también, una copiosa colección de ensayos y artículos sobre educación, filosofía y política.
Se le recuerda por ser la creadora del libro Paco y Lola, texto de iniciación en la lectoescritura, con el que varias generaciones de infantes aprendieron las primeras letras, principalmente entre las décadas de los sesenta y ochenta del siglo pasado.
Poesía para la niñez
A pesar de sus múltiples ocupaciones académicas, Emma Gamboa creó poesía. Gran parte de esa obra se la dedicó a la niñez. En 1932 dio a conocer el poema “Hormiguita”, en Repertorio Americano, una versión del conocido cuento popular divulgado, en la España del siglo XIX, por Fernán Caballero, que ya Carmen Lyra había recreado en Costa Rica como “La cucarachita mandinga”.
Algunos de sus poemas también se encuentran en la revista Farolito y la Revista de la ANDE y publicó obras poéticas como El sombrero aventurero de la niña Rosaflor (1969). Falleció en 1976, y se le publicaron dos libros póstumos: Instante de la rosa (1977) y Flor de infancia (1978).
La Editorial Costa Rica dio a conocer recientemente la antología Tierra encantada, en cuyas páginas se aprecian preciosas ilustraciones de María José Sabatén. Allí, el público del siglo XXI podrá reencontrarse con la vigencia de su pensamiento, en tiempos de crisis para la educación, así como la sonoridad de su verso y su capacidad imaginativa.
La poeta no solo se postula como adalid del conocimiento, ya que también nos invita a solazarnos con la palabra, aspecto tan necesario en tiempos en que urge fomentar los hábitos de lectura.
Creeremos así que la belleza, en la escuela y la vida, es posible, y es condición ineludible de un pueblo libre. Podremos decir con ella “Flor del alba, Gracielina, sal de tu escondite verde a los jardines del día”.
El autor es profesor de literatura infantil en la UCR y la UNA.
