Muchos políticos entienden la política solo como un acto comunicativo. Y tienen razón en parte, pues sin símbolos y palabras, la lucha por adquirir poder y amasarlo sería imposible. ¿Cómo entonces podría alguien persuadir, amedrentar, crear y movilizar fervores, agrupar o dividir, justificar o declarar victoria? Esto es algo bien sabido desde la Antigüedad, por cierto, pero hoy se ha sofisticado exponencialmente gracias a las tecnologías de información.
Hace unas décadas los políticos hablaban para la galería, es decir, para una audiencia física de personas. Se daban baños de masas para informar urbi et orbi sobre su poderío. Hoy, los posteos en redes han pasado al primer plano a tal punto que hay políticos que viven refugiados en el ciberespacio, “avatares” que casi han renunciado al contacto físico. A muchos les va muy bien, pues es posible codificar mensajes sencillos mediante el lenguaje de emojis sin tener que recorrer un país alzando bebés “moquientos” y comiendo mondongo.
Abrazar el ciberespacio ha sido, sin embargo, un pacto faustiano. A cambio de llegar mucho más fácil y barato a millones de personas, los políticos han tenido que amoldarse a la inmediatez permanente. Están compelidos a apostar más por los gestos grandilocuentes, fácilmente “memeizables”, que por las acciones; y, si piensan en estas, limitarse a las que tengan efectos instantáneos. ¿Por qué? En el ciberespacio, una figura pública no puede quedarse callada, ni cuando el silencio y la paciencia son necesarios por discreción o táctica. Deben crear contenido sin cesar, pues el que calla termina en el baúl de los olvidos.
El problema es que la política tiene una dimensión crucial, que no se reduce a la dimensión comunicativa. Política es, en esencia, el oficio de gestionar los asuntos de una comunidad. La palabra se origina en la voz griega politikos, que deriva, a su vez, de polis, que significa comunidad (o sociedad). Y no solo los griegos vieron esto: los romanos emplearon el término de “res (cosa) pública”, muy asociado a la palabra república, para referirse a lo mismo.
¿A qué voy? Pienso en Costa Rica, a las puertas de una nueva campaña electoral. El gran reto ciudadano es rescatar a la política de su reducción a un acto comunicativo en manos de avatares. ¿Cómo? Emplazando a los políticos para que hablen más sobre la gestión de lo público. Menos ruido y más nueces.
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Jorge Vargas Cullell es sociólogo.