
Costa Rica ha sido reconocida con una nación verde, pero realmente es un país azul, pues el 92,1% de su territorio es marino. En 2021 se celebró y resonó a nivel internacional la expansión del Área Marina Protegida Isla del Coco y la creación del Área Marina de Manejo Montes Submarinos del Bicentenario, con lo que el 30% del territorio nacional marino está bajo alguna protección.
Sin embargo, un año después, un informe de WildAid (2022) señaló que los recursos, la coordinación y el presupuesto para gestionar estas zonas eran insuficientes. Desde entonces, el gobierno ha reducido el presupuesto destinado al Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac) de ¢31.619 millones a ¢26.420 millones (–16,4%) para 2024, junto con una disminución del personal (3,5%), según datos del Sistema de Evaluación del Mejoramiento Continuo de la Calidad (Semec) (2021, 2024) pese a la ampliación del territorio por resguardar.
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Este año, en junio, Costa Rica coorganizó con Francia la tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Océanos, donde se presentó nuevamente ante el mundo como líder ambiental. Pero, ¿es esta imagen real? Detrás del discurso, hubo una participación marcada por controversia, con la exclusión de las voces científicas de las discusiones políticas. Como bióloga, esto fue desalentador, ¿cómo lograr una gestión ambiental efectiva sin diálogo real entre ciencia y Estado?
Esta contradicción se me reafirmaba al pensar que, meses atrás, según reportó la Asociación Centro Restauración Especies Marinas Amenazadas (Crema, se autorizó el posible trasiego de más de 12 toneladas de aletas de tiburón martillo, especie en peligro crítico de extinción cuyo comercio está prohibido por ley.
Estamos ante una paradoja: Costa Rica “se vende” como ejemplo en sostenibilidad y liderazgo marino, pero muchas de sus acciones muestran lo contrario.
Son solo algunos ejemplos de la falta de congruencia entre lo que se dice en el papel y lo que se hace en la práctica; una incoherencia que ha venido afectando al país en los últimos años.
Para estas próximas elecciones, espero que las propuestas no se queden solo en un “eco-mercadeo”. No quiero más playas con coral muerto, acciones vacías, falta de diálogo y palabras bonitas que no se traducen en resultados. Quiero políticas que reflejen compromiso real con la protección de nuestros mares y sus ecosistemas y que se trate a Costa Rica cómo lo que es: un país azul.
Andrea Bogantes Retana es bióloga y cursa actualmente una maestría en la Universidad de Costa Rica (UCR).