
La muerte de Valerie Jane Morris Goodall, a sus 91 años, marca el cierre de una era en la que mirar la naturaleza con respeto era el principio rector de la divulgación científica. Su legado nos recuerda que observar sin invadir, narrar sin alterar y convivir sin dominar fueron, alguna vez, los pilares de los documentales de fauna.
Hoy, cuando, en los programas de naturaleza, el espectáculo desplaza a la contemplación, perdemos no solo a una etóloga excepcional, sino una forma de entender el mundo natural que hoy parece estar en peligro de extinción.
Goodall destacó en su campo por múltiples razones: realizó uno de los estudios de campo más prolongados (seis décadas) observando el comportamiento de chimpancés en el Parque Nacional de Gombe, en Tanzania. Fue una de las primeras mujeres primatólogas en un ámbito dominado por hombres. También fue una de las ocho personas que completaron un doctorado en la Universidad de Cambridge sin haber obtenido previamente un título de bachiller. Conservacionista incansable y conferencista notable, viajaba más de 300 días al año promoviendo la importancia de proteger el medio ambiente.
Jacques-Yves Cousteau, Marlon Perkins, Lorne Greene, David Suzuki, David Attenborough y Félix Rodríguez de la Fuente son algunos de los nombres que, junto al de Goodall, recordamos los que crecimos en los años setenta y ochenta viendo estos programas. Ellos enlazaban el conocimiento científico con relatos extraídos de parajes a los que rara vez llegaban los humanos. Nos regalaron asientos de primera fila para observar la fauna en hábitats tanto remotos como cercanos, y Costa Rica fue, en muchos casos, un escenario privilegiado para estas producciones.
En mi infancia, las noches de los lunes a las 7 p. m. eran una cita infaltable frente al televisor, para descubrir qué novedades traía El Planeta Azul, en canal 7.
La muerte de Goodall evidencia la pérdida de un estilo de documental reflexivo, que nos invitaba a contemplar la naturaleza en toda su gloria.
Cousteau, Perkins, Greene y Rodríguez de la Fuente, ya fallecidos, contribuyeron con series televisivas dedicadas a mostrar las maravillas del mundo natural. El canadiense David Suzuki concluyó en 2023 la última temporada de su programa The Nature of Things, transmitido durante 44 años en más de 50 países. Sir David Attenborough, el condecorado presentador británico de 99 años, es el único de esta generación que permanece activo, con planes de realizar dos nuevos proyectos entre 2025 y 2026 para la BBC. Varias de sus series documentales aún pueden verse en Netflix.
El estilo gentil y respetuoso de estos audiovisuales está, lamentablemente, a punto de desaparecer. Hoy, los programas de naturaleza buscan captar la atención invadiendo el hábitat de las especies, y sus presentadores son más propensos a manipular animales e incluso incitar sus mecanismos de defensa para generar situaciones peligrosas para ellos y emocionantes para el televidente.
Los australianos Steve Irwin –conocido como el cazador de cocodrilos y ya fallecido– y Austin Stevens, junto con los estadounidenses Jeff Corwin y Nathaniel Coyote Peterson, ejemplifican este nuevo estilo de entretenimiento. No niego que sus videos y programas contienen un componente educativo, pero su insistencia en manipular animales los convierte en protagonistas, desplazando a las especies de su lugar central en el relato.
Cadenas como Animal Planet y Nat Geo han privilegiado desde 2008 tramas más excitantes para los televidentes. Los formatos actuales fuerzan a los presentadores a enfatizar en la visibilidad de ciertas especies, principalmente animales venenosos, tóxicos o de temperamento agresivo, por encima de otras menos vistosas, con tal de mantener la atención del público. Lo que importa ahora es el riesgo que corre el presentador al invadir el hábitat, más que la relación de los animales con el ecosistema que habitan.
Estas narrativas televisivas sensacionalizan la fauna silvestre y distorsionan los mensajes conservacionistas. Como público, se nos fuerza a estar más pendientes del peligro que enfrentan los presentadores que de conocer los hábitats y el delicado equilibrio entre los seres vivos que los habitan.
Personalmente, prefiero los programas donde la fauna es el personaje principal. Prefiero documentales menos intrusivos y a presentadores que muestran respeto por el mundo natural. Ojalá emerjan más conservacionistas como Jane Goodall, quienes demostraron una devoción genuina por comprender el entorno que nos rodea, en lugar de irrumpir en él y provocar respuestas instintivas de animales que simplemente se defienden ante la amenaza de una especie intrusa.
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David Vargas Chacón es periodista, fotógrafo y estratega digital. Ha ejercido como periodista, director de fotografía, jefe de prensa, profesor universitario, estratega de social media, y creador de contenidos en Costa Rica, Estados Unidos, Rusia y Ucrania.