La educación, pilar fundamental para la reproducción, asimilación y transformación de la vida social, enfrenta hoy en Costa Rica un momento decisivo. Así lo planteo y advierto sobre la urgencia de repensar el sistema educativo nacional en un contexto global marcado por la irrupción de la inteligencia artificial (IA) y la transformación acelerada de los modelos de aprendizaje.
De la estandarización a la personalización
Históricamente, la educación pasó de ser un proceso familiar y comunal a institucionalizarse y masificarse con la llegada de la imprenta y la sociedad industrial. Este modelo, basado en la estandarización y la memorización, fue clave para formar los trabajadores y profesionales que requería el nuevo sistema económico.
Sin embargo, ya a principios del siglo XX, figuras como María Montessori comenzaron a cuestionar la rigidez de estos métodos, abriendo paso a enfoques más personalizados que hoy alcanzan su máxima expresión en modelos como el finlandés, donde la calidad docente y la atención individual al estudiante son la norma.
La revolución tecnológica y, en particular, el desarrollo de la IA han transformado radicalmente el acceso y la gestión del conocimiento. Hoy, la información está disponible de manera instantánea, lo que obliga a cuestionarse la necesidad de la memorización tradicional y abre la puerta a procesos de aprendizaje individualizados y adaptativos. Países como China anunciaron la incorporación formal de la IA en sus sistemas escolares a partir de 2025, mientras que en el mundo profesional la automatización y la simplificación de tareas avanzan a pasos agigantados.
Un sistema sin rumbo claro
Frente a estos cambios, el sistema educativo costarricense parece navegar sin un norte definido. La falta de visión y planificación estratégica por parte de las autoridades ha dado lugar a una gestión de “parches”, obstaculizada por la burocracia centralista.
Critico seriamente la ausencia de una ruta clara de la educación por parte de las máximas autoridades del sector. Este incumplimiento no solo es inaceptable, sino que debería tener consecuencias legales y administrativas. Es importante retomar el liderazgo nacional en este terreno, como en su momento lo hicieron Mauro Fernández y Carmen Lyra, al fijar un norte definido al país.
Insisto, como lo he reiterado en artículos anteriores en esta misma sección, en la necesidad de aprender tanto de la historia como de las experiencias exitosas, nacionales e internacionales.
Recuerdo cómo en el pasado, educadores costarricenses fueron enviados a formarse en el extranjero, trayendo consigo métodos y evaluaciones que fortalecieron la calidad educativa del país. Hoy, propongo que los mejores contingentes de jóvenes educadores nacionales deberían especializarse en países líderes como Finlandia, China y Alemania, para hibridar esas prácticas con la realidad nacional.
Destaco la importancia de visibilizar y replicar experiencias exitosas dentro del país, muchas veces ignoradas por las políticas centralizadas. Ejemplos como el de la Escuela de Fila de Tigre, en Coto Brus, donde el liderazgo del director y la integración comunitaria han generado resultados sobresalientes tanto a nivel académico como social, demuestran que la descentralización y desburocratización abren las puertas a la creatividad docente y pueden ser fuertes motores de transformación.
Momento de actuar
En conclusión, Costa Rica enfrenta un momento crucial para su sistema educativo. La irrupción de la inteligencia artificial y los cambios en los modelos de aprendizaje exigen una visión de futuro, liderazgo y la capacidad de aprender tanto de las mejores prácticas internacionales como de las experiencias locales exitosas.
La falta de una ruta clara y la persistencia de la burocracia centralista amenazan con dejar al país rezagado en un mundo donde el capital humano es el principal recurso para el desarrollo. Es momento de actuar con decisión, dignidad y energía para garantizar una educación de calidad, pertinente y adaptada a los desafíos del siglo XXI. De otra forma, perderemos la esencia de nuestra patria, basada en la formación de su capital humano.
Miguel Sobrado es sociólogo.
