Una vecina de San Isidro de El General tuvo un inesperado encuentro con la mismísima inseguridad que el jaguar mayor dice que “no es tan grave como la quieren poner”.
Resulta que Sol Vargas, de 25 años, pasó a comprar desayuno a un restaurante justo antes de que un antisocial, con otro antojo en la mente, ingresara al local.
Conforme al relato de la joven, el hombre intentó quitarle la cartera, pero ella, en una reacción instintiva, le aplicó una llave para tumbarlo e inmovilizarlo en el suelo.
Un video captado por una cámara del establecimiento muestra la maniobra, tipo jiu jitsu, que la muchacha utilizó mientras los empleados del lugar llegaban a ayudarla.
Sol asegura que nunca ha recibido clases de defensa personal. Sin duda, tuvo mucha suerte de que sus reflejos no la expusieran a un golpe, un cuchillazo o un balazo.
Lamentablemente, Ginnette Sabina no corrió la misma suerte cuando quedó atrapada en medio de una mortal balacera en las afueras de una discoteca en Limón.
Tampoco María del Milagro Peralta pudo defenderse de un despiadado agresor que acabó con la vida de esta querida maestra nicoyana.
La verdad, monda y lironda, es que la inseguridad se instaló a placer en nuestro país, donde todos los días nos estremecemos con sus manifestaciones crueles y grotescas.
Por eso, resulta tan chocante ver al presidente Rodrigo Chaves tratando de bajarle el tono a un problema que evidentemente se le fue de las manos a su gobierno.
No intente burlarse de nosotros, señor presidente. Es imposible tapar este sol con los dedos, y menos cuando Costa Rica registra un promedio de 2,4 asesinatos al día.
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Minimizar el tema no va a hacer que este desaparezca, ni que se modifique la creciente percepción social sobre la peligrosa ruta que está siguiendo el país.
Aquel trillado recurso de echarles la culpa a otros resulta inadmisible, al igual que la falta de planes concretos para encarar el problema y la negativa de darle más recursos a la Policía.
Usted está llamado, como comandante en jefe de la Fuerza Pública, a combatir la inseguridad desde la primera línea, sin excusas y sin claudicaciones.
No espere a que los ciudadanos improvisen más llaves de jiu jitsu o, peor aún, que decidan tomar la justicia en sus manos para defenderse. Es hora de que honre su juramento.
