De nuevo corre por las calles de Managua y otras ciudades la sangre de adolescentes y niños nicaragüenses. Muchos son demasiado jóvenes y su condición personal quizás no les permite completar su educación. Este es un filón de la tragedia nicaragüense, muestra actual de su rostro horrible como insignia de la infamia sandinista. Ay Nicaragua, Nicaragüita, en las palabras del poeta nicaragüense Carlos Mejía Godoy, ¿qué dirán tus nietos y el resto de la gran familia que sufren hambre y enfermedades?
La crisis reventó en las vías públicas hace un mes, cuando Daniel Ortega tentó la ansiedad y los temores de la juventud y sus mayores. De un plumazo elevó las cargas de la seguridad social y con otro plumazo las eliminó al asomar y extenderse la oposición a su gobierno.
Sin embargo, fue muy tardía la revisión porque a ese punto ya desbordaba la sangre en las calles y las quejas populares se dirigían de manera directa contra el mando dictatorial de Daniel y su pareja. Managua, Estelí, Masaya y Chontales se irguieron hidalgas para recordarle cómo la gesta que tumbó al somozato bien podría tumbar al santo grande sandinista. Ay Nicaragua, Nicaragüita, tus hijos ya cavan tumbas para tus hijos y nietos, asesinados a sangre fría por las brigadas de la dictadura orteguista.
Y el Ejército, ¿dónde se esconde? Daniel bien sabe que despachar tropas a las vías públicas transformaría la calificación del conflicto en una guerra civil. Por eso se cuida y, entretanto, enfrenta el alzamiento con una miríada de brigadas de choque armadas.
Hace una semana, las protestas se engalanaron con el blanquiazul de la bandera nacional y decenas de miles de nicaragüenses reforzaron la gesta antigobiernista en Managua, Matagalpa y Chinandega. Precisamente, en ese período se elevaron las gestiones de la Iglesia ante los organismos internacionales para despachar misiones oficiales a los centros del conflicto más numerosos. La ciudadanía exige la renuncia de la pareja presidencial y pide el ingreso de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
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Daniel, maestro del contrapunto, ha dicho sí a todo, pero no afloja el qué, el dónde ni el cuándo. Sus indescifrables respuestas suelen venir acompañadas de verbosos mensajes de paz y diálogo. Esta cantinela es añeja en Latinoamérica. Ay Nicaragua, Nicaragüita, no caigas en el engaño.
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