Un gobierno debe ser congruente con su discurso y la acción, pues eso resulta en credibilidad, confianza pública, transparencia, estabilidad política y gobernabilidad. Si la ruta es de incoherencias entre promesas y hechos, se socava cualquier intención.
Esto es lo preocupante en la gestión del mandatario Rodrigo Chaves y su gabinete: la rutinaria disparidad entre lo que dicen y hacen. Dos ejemplos reflejan bien el desvarío con que se manejan frescamente.
El 26 de setiembre, el gobernante salió deschavetado a ofender a los diputados que le rechazaron el veto de la ley para sacar al país de la lista negra de la Unión Europea. Entre la colección de agravios, hubo traidores, judas, matrafuleros.
Al día siguiente, como si nada, el ministro de Comunicación, Jorge Rodríguez, puso la cara para decir que el gobierno promoverá una campaña contra los discursos de odio. Así, tal cual, cuando la Casa Presidencial es el epicentro.
El segundo episodio ocurrió el 3 de octubre. Chaves llamó en público a “bajar el tono de la discusión” en torno a la crisis de inseguridad y demandó un “debate constructivo”. ¡Cordura, al fin! Pintaba el nacimiento de su liderazgo para poner coto a la matazón y al miedo ciudadano de quedar muerto entre balazos. La sensatez duró unas horas.
El jueves 5, en un video, Rodríguez y Chaves le tiraron la bola del problema a la Asamblea Legislativa (porque como que la inseguridad no es con ellos) y le arrearon gratuitamente al fiscal general, Carlo Díaz. Para colmo, el ministro de Comunicación hizo el papelón de exigir a Díaz que les “presente la política de persecución penal y cómo va a priorizar las investigaciones”.
Tal provocación prendió fuego. Díaz, como debía, respondió con un ubicatex: “No tengo que informar nada al Poder Ejecutivo sobre persecución penal. Ellos no son mis jefes”. La rabieta del presidente y su ministro mató el diálogo “constructivo”.
Chaves debe entrar en razón. Es presidente y como tal debe asumir el liderazgo para combatir odios y la ola criminal. La crisis implica conciliar discurso y acción, hablar y actuar con sensatez, procurar gobernabilidad, poner de acuerdo a los tres poderes y dejar de patear la bola.
amayorga@nacion.com
El autor es jefe de Redacción de La Nación.
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