Costa Rica afronta hoy un desafío importante: cómo mantener su liderazgo verde en un contexto global donde los límites planetarios ya han sido sobrepasados. No basta son pensar que somos un país comprometido con la conservación ambiental y la sostenibilidad, como se nos percibe en el imaginario mundial.
Los límites planetarios, propuestos en 2009 por Rockström y Steffen, definen nueve procesos ambientales clave que no deben sobrepasarse para evitar daños irreversibles en la Tierra; no obstante, seis de ellos ya fueron excedidos. La ganadería contribuye al cambio climático al generar, directamente, gases de efecto invernadero (GEI). Junto a ello, la expansión de pastizales ha llevado a la deforestación y a la degradación de suelos, lo que afecta la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.
Factores adicionales negativos son el consumo de agua dulce, y su contribución a la resistencia antimicrobiana. Asimismo, en el proceso de producción de granos e insumos para la alimentación y el cuidado de la salud del ganado, hay una importante huella ecológica por emisión de dióxido de carbono (CO2). Todo ello exige transformar el modelo productivo.
De acuerdo con los datos del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero (Ingei) de 2017, el sector ganadero es responsable de aproximadamente el 23% de las emisiones nacionales de GEI, siendo el metano el principal gas emitido, con un 75% del total del sector. Afortunadamente, ese proceso, asociado a la ganadería, ya casi no ocurre, pero se ha trasladado a algunos monocultivos.
La ganadería tradicional en Costa Rica, tanto de leche como de carne, ha sido una importante fuente de empleo y desarrollo en las zonas rurales. Según datos del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el sector ganadero contribuye con aproximadamente el 1,5% del producto interno bruto (PIB) nacional y genera más de 130.000 empleos directos e indirectos. No obstante, como casi toda actividad humana, tiene un impacto ambiental ineludible que debe ser gestionado de manera responsable.
Frente a ello, se puede echar mano de una alternativa que, a la vez que mitiga estos impactos, puede convertirse en una oportunidad para revitalizar el sector: la ganadería regenerativa. Es justo reconocer que muchos ganaderos costarricenses han realizado esfuerzos significativos para adoptar prácticas más sostenibles, como la iniciativa de NAMA Ganadería (Acción Nacional de Mitigación). Estos avances son un buen punto de partida para transitar hacia un modelo más regenerativo.
La ganadería regenerativa pretende reducir el impacto ambiental de esta actividad, al tiempo que mantiene o incrementa su productividad. Este enfoque se basa en principios ecológicos que buscan restaurar los suelos, mejorar la biodiversidad y capturar carbono, imitando los procesos naturales. Prácticas como el pastoreo rotacional, la integración de árboles en los potreros (sistemas silvopastoriles) y la reducción del uso de agroquímicos son pilares de este modelo.

Uno de los mayores beneficios de esta práctica es su capacidad para secuestrar carbono en el suelo. Los suelos saludables, ricos en materia orgánica, actúan como sumideros de carbono, ayudando a mitigar el cambio climático. Estudios indican que un manejo adecuado de los pastizales puede capturar entre 1 y 3 toneladas de carbono por hectárea al año. En un país como Costa Rica, donde aproximadamente el 30% del territorio (1,5 millones de hectáreas) está dedicado a la ganadería, según el MAG, el potencial de captura de carbono es enorme.
Nuestro país cuenta con ventajas únicas para implementar la ganadería regenerativa. Su ubicación geográfica, con un clima tropical estable y abundantes lluvias, favorece el crecimiento de pastos y árboles durante todo el año. Además, el país tiene una larga tradición en conservación ambiental y políticas verdes, como el Pago por Servicios Ambientales (PSA), que podría ser adaptado para incentivar prácticas regenerativas en el sector ganadero.
Pero no todo es sencillo: los altos costos de producción y la falta de capacitación técnica son barreras significativas. La transición a la ganadería regenerativa requiere inversiones iniciales en infraestructura y para llevar la transferencia tecnológica de una manera efectiva para lograr una adecuada adquisición e implementación de conocimientos sobre manejo sostenible de suelos y pastizales. Además, los productores necesitan acceso a mercados que valoren y paguen un precio justo por los productos regenerativos.
En un mundo donde la degradación ambiental es una realidad, este enfoque representa una oportunidad para que Costa Rica se posicione como líder en la producción de alimentos regenerativos y climáticamente inteligentes.
juan.romero.zuniga@una.ac.cr
Juan José Romero Zúñiga es médico veterinario, epidemiólogo y académico investigador en la UNA y la UCR. Ha publicado múltiples artículos científicos en revistas internacionales.