FIRMAS PRESS.- Ha vuelto a ocurrir. El 25 de octubre una pequeña localidad del estado de Maine, en el noreste de Estados Unidos, fue sacudida por una matanza perpetrada con un rifle de asalto.
El sospechoso, un hombre blanco, instructor de tiro y con entrenamiento militar, mató a casi una veintena de personas e hirió a otras tantas en lugares públicos, tales como un restaurante y una bolera (boliche), llenos de clientela que aspiraba a pasar un buen rato.
Lo que debía ser una noche de ocio se convirtió en una pesadilla que en ese país ya es recurrente.
Al parecer, el responsable del tiroteo masivo tenía antecedentes debidos a problemas mentales, pero esto no evitó que pudiera adquirir un arma semiautomática, una potente arma letal que en los últimos años se ha usado en actos violentos que han dejado un reguero de sangre.
En el 2015 el país vivió la conmoción de la matanza con una AR-15 en la escuela Sandy Hook, en Connecticut, y, desde entonces, han sucedido otros trágicos episodios donde los protagonistas son atacantes que, armados con este tipo de rifles de asalto, consiguen su objetivo: matar a la mayor cantidad de personas en el menor tiempo posible.
No hay acuerdo contra la tenencia de armas
Ante las carnicerías que se multiplican, uno pensaría que los políticos en Estados Unidos se pondrían de acuerdo para, de una vez, prohibir la compra legal de estas armas de fuego, ideadas para combates en conflictos bélicos.
Nada más lejos de la verdad. Por medio de un acuerdo bipartidista alcanzado en 1994 se consiguió dicha prohibición y se mantuvo vigente durante diez años. Sin embargo, a partir del 2004 fue desechada, en gran parte debido a la presión que ejerce la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) entre la clase política, principalmente en las filas republicanas.
El negocio de la venta de armas es millonario y el lobby de la NRA es muy poderoso, pues destina generosos donativos a las campañas electorales de políticos que acaban por plegarse a sus intereses. Desde entonces no se ha vuelto a alcanzar consenso para que dejen de circular las AR-15 que periódicamente siegan tantas vidas.
La propia sociedad estadounidense vive sumida en un mar de contradicciones. En la Asociación Nacional del Rifle de los estadounidenses parece esculpida en piedra la segunda enmienda, que es el derecho a portar armas.
Números sobre armas en EE. UU.
Según datos recogidos por el Pew Research Center, uno de cada cuatro estadounidenses tiene un arma en su residencia y los votantes republicanos tienen el doble de probabilidades de poseer un arma de fuego que los inscritos como demócratas.
Por otra parte, seis de cada diez adultos consideran que la violencia con armas es un problema grave para el país y la mayoría, un 61 %, piensa que es demasiado fácil obtener legalmente un arma de fuego.
Los estadounidenses defienden vigorosamente la tenencia de armas que los fundadores de la nación establecieron en la Constitución que diseñaron hace más de doscientos años, pero son conscientes de que en esta era moderna el país se ha convertido en un verdadero arsenal de armas, muchas de las cuales están hechas para la guerra.
Una guerra, por cierto, que se libra en las calles con tiroteos frecuentes. Se trata de un dilema que parece no tener solución, sobre todo porque los legisladores en Washington lo usan, nunca mejor dicho, como arma arrojadiza en sus batallas partidistas.
El peor del año hasta ahora
Mientras la sociedad estadounidense sigue dividida en cuanto a la proliferación de las armas de fuego y la facilidad con que sujetos violentos, radicalizados o con problemas mentales pueden comprar un rifle de asalto, esta es la realidad incuestionable: de acuerdo con los datos de la organización Gun Violence Archive, en lo que va de año se han producido 565 masacres (así se define un suceso con más de cuatro heridos o muertos) con armas de fuego.
Este último tiroteo, que se ha cobrado la vida de cuando menos dieciocho personas, es, hasta ahora, el más mortífero del 2023. Con toda seguridad, puede que no sea el último ni el peor antes de que acabe el año. Tristemente, los estadounidenses han normalizado vivir entre tiroteo y tiroteo.
@ginamontaner
La autora es periodista.
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