El desarrollo de múltiples vacunas contra la covid-19 en menos de un año, con diversas plataformas y alto grado de eficacia, es un milagro científico. Mientras sucedía, la necesidad de un milagro industrial quedó en segundo plano, pero no es menos necesario para inocular a un porcentaje suficiente de la humanidad, en todos los rincones del planeta. Solo así lograremos limitar la transmisión del virus y sus oportunidades de mutar.
Ese milagro está en camino. La Casa Blanca auspició un inusitado acuerdo entre Johnson & Johnson y Merck, feroces competidores, para colaborar en la producción de la vacuna creada por la primera, eficaz con una sola dosis y más fácil de preservar. BionTech, socia alemana de Pfizer, abrió una planta en la ciudad universitaria de Marburg y las capacidades de la fábrica belga de donde Costa Rica recibe sus vacunas fueron ampliadas a inicios del mes pasado. Las dos empresas han venido reclutando aliados para la producción en todo el mundo.
La vacuna de AstraZeneca y Oxford puso a Inglaterra a la cabeza del esfuerzo de vacunación y la farmacéutica china Sinopharm revisó sus pronósticos de producción para elevarlos de mil millones de dosis a tres mil millones al año, pero no es la única desarrolladora de vacunas en ese país. Hay otras dos y juntas podrían hacer un aporte formidable. La India aplica su propia vacuna, Covaxin, desde enero, y espera proteger a 300 millones de ciudadanos con prioridad en los próximos cinco meses. Rusia solicitó, por medio de empresas aliadas, la autorización para aplicar en Europa la Sputnik V, del Instituto Gamaleya, y está en proceso de adquirir equipos chinos para aumentar la producción.
En varios casos falta revisión de las pruebas clínicas. También es necesario despejar dudas creadas por la aplicación de vacunas en Rusia, China y la India antes de completar los estudios requeridos. No obstante, la práctica, sin ser lo ideal, está confirmando la eficacia de esos fármacos.
El tercer y último milagro es el de logística y comprende, además de los medios para hacer llegar la vacuna a la gente, la derrota de la ignorancia en todo el planeta. El movimiento antivacunas, potenciado por la Internet, confunde a millones de personas en países con diversos grados de desarrollo y grandes diferencias culturales. En Costa Rica la afectación es poca gracias a la magnífica experiencia con las campañas de vacunación. No comemos cuento y ese debe ser un motivo de orgullo nacional.
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