
El 8 de junio de 1972 marcaba el epílogo de la ofensiva de Pascua en la guerra de Vietnam. Esta nueva arremetida del Viet Cong en territorio de Vietnam del Sur exigía tanto a las tropas de las Fuerzas Armadas de la República de Vietnam (ARVN, por sus siglas en inglés) como a las estadounidenses –ya reducidas a poco más de 120.000 soldados activos– mantener a raya a las guerrillas del norte, que se habían internado profundamente en el sur.
Ese día, un avión de las ARVN bombardeó con napalm el pueblo de Trang Bang, al noroeste de Saigón, para eliminar a combatientes del Viet Cong parapetados entre las cuadras del pueblo. Decenas de civiles huyeron de la devastación, muchos con quemaduras provocadas por la bomba incendiaria.
Entre ellos, varios niños corrían por la autopista 1, alejándose de Trang Bang, horrorizados. Uno de ellos, una niña de 9 años llamada Phan Thi Kim Phuc, corría desnuda y con graves quemaduras, acompañada de otros niños con rostros de terror. El fotógrafo de Associated Press (AP), Hynh Cong Ut, conocido como Nick Ut, capturó así una de las imágenes más emblemáticas de esa guerra.
La fotografía de Ut, El terror de la guerra, conocida popularmente como La niña del napalm, recibió los premios más prestigiosos del periodismo y el fotoperiodismo entre 1972 y 1973. Entre ellos destacan el Pulitzer a Fotografía de Noticia de 1973 y la Foto del Año de World Press Photo, en ese mismo año.
Los costarricenses tuvimos el honor de recibir la visita de Nick Ut y de Phan Thi Kim Phuc en abril del 2023 como parte de una gira promocional del libro de Phan, titulado La ruta del fuego.
Cincuenta y tres años después, en mayo pasado, World Press Photo, una organización sin fines de lucro que promueve el poder del fotoperiodismo y la fotografía documental para ayudar a comprender las complejidades del mundo, decidió retirarle el crédito a Nick Ut tras la duda planteada por un documental estrenado este año en el Festival de Cine de Sundance, el cual cuestiona su autoría sobre la imagen. Hoy, la fotografía ganadora del premio de 1973 aparece en los archivos de World Press Photo acompañada de una nota que explica estos cuestionamientos.
La autoría de la fotografía nunca había sido cuestionada... hasta este año.
Como periodista y fotógrafo de prensa, considero profundamente desafortunada la decisión de esta organización y su manejo frente a la duda generada por el documental. Si se permite que la suspicacia sustituya a los hechos, se sienta un precedente sumamente delicado en una época plagada de posverdades, hechos alternativos, deepfakes y viralidad. Bastaría una sospecha para desacreditar cualquier imagen o legado en cualquier momento.
El documental en el centro de la controversia, titulado The Stringer, solo se ha proyectado en Sundance. Varios periodistas, entre los que me incluyo, hemos solicitado verlo, sin obtener respuesta.
Dirigido por el cineasta vietnamita-estadounidense Bao Nguyen, también autor del documental The Greatest Night in Pop (disponible en Netflix), The Stringer cuenta la historia de Gary Robinson, editor de fotografía de la oficina de AP en Saigón durante la guerra, y su remordimiento guardado durante 50 años por haber, según él, cedido a las presiones de otro editor de la agencia, Horst Faas, para acreditar la foto a Nick Ut y no a un colaborador llamado Nguyen Thanh Nghe. Así lo han reportado medios como The Washington Post y Los Angeles Times que sí pudieron ver el documental.
A partir del testimonio de Robinson, el documental reconstruye minuciosamente las posiciones de los fotógrafos y camarógrafos presentes cuando Kim Phuc y otros niños huían del bombardeo. Sus conclusiones apuntan a que es posible que Nick Ut no sea el autor de la foto, y que, en cambio, esta haya sido tomada por Nguyen Thanh Nghe o por un tercer fotógrafo, Huynh Cong Phuc.
Ante la noticia del documental, AP realizó su propia investigación durante aproximadamente un año. Concluyó que no existen pruebas suficientes para cuestionar la autoría de Ut y decidió mantener el crédito a su nombre.
Gary Knight, uno de los periodistas involucrados en la producción del documental, declaró a The Washington Post que contactaron a AP para colaborar y acceder al archivo fotográfico de la agencia. AP, por su parte, pidió ver avances de la investigación. Sin embargo, la colaboración no prosperó debido a las condiciones impuestas por el equipo del documental.
Tanto AP como World Press Photo coinciden en que The Stringer no aporta evidencia concluyente para confirmar o refutar la autoría de Ut. Pero las decisiones de ambas organizaciones fueron diametralmente opuestas.
En sus conclusiones, AP afirmó que no hay evidencia definitiva que amerite un cambio en el crédito. World Press Photo, que también elaboró un informe, declaró que existen incertidumbres sobre la autoría de La niña del napalm, y aunque no hay conclusiones firmes, decidió retirar el crédito.
No debería haber obstáculos para cuestionar hechos aparentemente incontrovertidos; esa es la esencia del periodismo. Lo que resulta reprochable es castigar el trabajo y el legado de un fotógrafo que produjo una imagen legendaria en condiciones extremas, basándose en meras dudas y sin pruebas concluyentes.
Que una organización como World Press Photo tome una decisión que dañe la reputación de Nick Ut de esta forma es difícil de aceptar. En la esencia del periodismo, está la obligación de ser fieles a la verdad y a la equidad. Traicionar esa esencia es escribir el primer borrador de la historia entre comillas y signos de interrogación.
No estoy solo en cuestionar la decisión de World Press Photo. En una carta abierta del 22 de mayo, dirigida a esta organización, tres exmiembros del jurado de los concursos fotográficos de la organización mostraron su repudio a la decisión de retirar el crédito de la imagen. Los fotógrafos y editores James Colton, Dave Burnett y María Mann solicitaron que se les excluyera de todas las actividades de World Press Photo y que sus nombres se borraran del archivo. La carta abierta ha sido rubricada por más de 400 fotógrafos profesionales, algunos de ellos, creadores de imágenes memorables como la de Nick Ut.
Que sirva este hecho de lección. La especulación será siempre especulación. Pero al periodismo le corresponde siempre aportar la evidencia. Solo con el ejercicio riguroso de la profesión podemos proteger la verdad y la equidad.
dvargascri@outlook.com
David Vargas es periodista, fotógrafo y estratega digital. Estudió Ciencias de la Comunicación en la UCR y posee un máster en Periodismo de la Universidad de Missouri Columbia. Ha ejercido como periodista, director de fotografía, jefe de prensa, profesor universitario, estratega de social media, y creador de contenidos en Costa Rica, Estados Unidos, Rusia y Ucrania.