Echar una mirada a nuestras ciudades es sencillamente deprimente. Calles maltrechas, aceras quebradas, edificios deteriorados, malos olores, escombros, saturación de rótulos, presas y el montón de cables que cuelgan de los postes del alumbrado eléctrico retratan nuestra realidad tercermundista.
Imágenes de decadencia dominan el paisaje urbano, salvo el efímero respiro brindado por algunas edificaciones de valor arquitectónico y las construcciones modernas.
Las ciudades no solo tienen una pinta lastimera, sino que parecen reflejar el estado de ánimo de los habitantes. La indiferencia, la pereza, la inacción, los celos institucionales, el mal gusto y hasta la corrupción están impregnados en los rincones.
¿Qué hacemos? Posiblemente, haya mejores ideas, pero creo que las municipalidades deberían convertirse en gestoras de un plan de embellecimiento que involucre instituciones y empresas en iniciativas puntuales para recuperar los espacios públicos.
Yo, por ejemplo, empezaría por sentar en una mesa a Acueductos y Alcantarillados, las empresas de servicios eléctricos, las cableras, al Ministerio de Obras Públicas y Transportes y los ayuntamientos, en busca de acuerdos para diseñar y ejecutar un programa de intervenciones.
Con voluntad, podrían aportar intelecto y presupuesto para sacar adelante un plan gradual de reconstrucción de calles y aceras en los cantones, que incluya la instalación de alcantarillado sanitario, cableado subterráneo, guías para invidentes, rampas de acceso y lámparas de alumbrado público de última generación.
La iniciativa debería contemplar la construcción de una ciclovía en cada cantón, remodelar las vías elegidas de modo que un carril quede habilitado solo para bicicletas, peatones, escúteres, patinetas u otras formas de transporte no contaminante.
Empresas privadas y fundaciones deben apadrinar proyectos tendentes a mejorar parques, fuentes, polideportivos y jardines, e impulsar campañas de limpieza de ríos, restauración de edificios icónicos o de reforestación.
Tal vez estas ideas parezcan fantasía o ciencia ficción; sin embargo, los sueños suelen ser el origen de los cambios. Atrevámonos a soñar y exijamos respuestas concretas a nuestros representantes municipales.
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El autor es jefe de información de La Nación.