Hace algunos meses publiqué una columna que titulé “Un inmigrante menos”. El nombre quería ser irónico; ahora comprendo que era de mal gusto dada la crueldad de los hechos.
Me referí al notable caso del jornalero Eleazar Blandón, un inmigrante nicaragüense que murió en España en agosto de 2020 a las puertas de un centro médico donde fue abandonado a su suerte, y a causa de las brutales condiciones en que trabajaba en una plantación de sandías, junto a otros que en su misma condición hacían “el trabajo sucio”, con jornadas de once horas bajo un sol inmisericorde, temperaturas de hasta 44 grados y sin ninguna asistencia.
Yo no lo sabía, pero el padre de Blandón, trabajador inmigrante como iba a ser su hijo años después, había muerto en Texas debido a un golpe de calor. Cosas de la vida. Eleazar había participado en las protestas contra la dictadura Ortega-Murillo, y a resultas de esto los esbirros del régimen lo amenazaban de muerte. Esto propició que emigrara a España, con el plan de trabajar y ahorrar para instalar un negocio en Jinotega, de donde era oriundo. Pero su situación en el “país de acogida” era tan penosa que telefoneaba a su familia refiriendo los tratos humillantes a que se lo sometía.
A fin de traerlo de vuelta a su tierra natal, una semana antes del deceso su madre alcanzó a reunir dinero suficiente para costear el boleto de avión. El regreso estaba previsto para el mes de octubre siguiente al agosto de su definitiva partida.
Eleazar tenía cinco hijos; en el artículo que escribí, apunté que ellos no habían recibido justa reparación. Pero ahora, gracias a un amigo bien informado, me entero de que, según medios de prensa españoles, la justicia ha empezado a llegar para su familia. En un fallo reciente, una jueza española considera que hay “indicios suficientes” para procesar por homicidio imprudente y otros delitos al empresario agrícola al que servía Blandón.
Conocí este caso leyendo Volver a dónde, del escritor Antonio Muñoz Molina. En aquel momento, cerré el artículo diciendo: “Con las temperaturas bajo cero que imperaron en la reciente Navidad, niños migrantes nicaragüenses fueron abandonados a su suerte por el gobernador de Texas, al costado de la casa de la vicepresidenta Kamala Harris”. De entonces acá, todo ha empeorado.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.