El desarrollo nacional ha estado anclado fuertemente al Valle Central, por el clima y la riqueza de sus suelos que definieron desde la colonia, la ubicación de sus principales centros de población.
Lo reducido de la población indígena y la sobrexplotación de esta provocaron la decadencia de las encomiendas a finales del siglo XVII y del enriquecimiento fácil con mano de obra cautiva. Nuestro país contrasta por la carencia de mano de obra servil y cautiva con otros, como México y Guatemala con gran población en servidumbre generadora de riquezas abismales, donde había hasta marqueses que eran transportados en andadillas.
Aquí si bien algunos, muy pocos, se beneficiaron de la esclavitud, la servidumbre y el acaparamiento de tierras, esto fue en poca escala y limitado en la meseta central oriental. Esta situación cambió sustancialmente con el desarrollo de la economía mercantil campesina en el Valle Central occidental.
Ese proceso fue estimulado, inicialmente por el monopolio del tabaco en el siglo XVIII y, posteriormente, por el cultivo del café que propició la migración hacia San José, Heredia y Alajuela, así como la modernización de las técnicas de producción agrícolas, como el uso de herramientas de hierro e incluso el desarrollo de los trapiches.
Dadas las limitaciones económicas del poder central para generar infraestructura, la buena calidad de los suelos y los beneficios del cultivo del café impulsaron una cultura de laboriosidad y cooperación en la nueva economía campesina.
La debilidad del poder público promovió un clima de cooperación y confianza en la cultura local. Confianza y colaboración que caracterizan el “capital social”, que paradójicamente coexistió con el individualismo del pequeño productor.
Precisamente, el capital social se fundamenta en el interés individual bien entendido, dado que la cooperación es necesaria para el emprendimiento de obras comunales y la confianza para un buen clima de negocios.
Este capital social no se ha mantenido invariable en toda la región, ya que ha sido vulnerado en muchas localidades por diversos factores, como la mala calidad de los suelos, la concentración de la tierra y la gestión política, que han debilitado la confianza y la cooperación, pero, sobre todo, por la impunidad ante las trasgresiones que lo han debilitado y transformado en capital social negativo.
La importancia de la cultura vallecentrista
Aunque todas las regiones han contribuido a configurar el alma y la cultura nacional, el Valle Central ha tenido por su peso poblacional y económico y dentro de este proceso del cultivo del café, un papel relevante en el desarrollo nacional.
Del Valle Central salió la diáspora de expansión campesina ocupando territorios por las serranías, trascendiendo el Valle Central, avanzando por Guanacaste y el sur del país, con el sueño de realizar siembras de café para sacar el producto a los mercados. Superadas las serranías esta diáspora se desbordó hacia las planicies del norte impulsando la ganadería.
En este proceso trasladó la cultura mercantil por la geografía nacional y ahí, donde se dieron las condiciones, floreció el capital social basado en la confianza y la cooperación. Hay que tener presente que encontró ambientes favorables en lugares como Los Santos, Palmares, Pérez Zeledón y Coto Brus. Especialmente, donde tuvo un peso importante la organización cooperativa o asociativa de la pequeña y mediana empresa cafetalera.
En otras regiones como Puriscal, donde existe una falla geológica que desplaza el terreno y los suelos no fueron amistosos con este cultivo se rompió el “encanto” de la confianza asociativa del capital social y se han transformado en ciudades dormitorio aquejadas por los problemas del urbanismo.
El desarrollo de la región de los Santos, un modelo de desarrollo en ciernes
Dentro de estas experiencias vale la pena destacar la de Los Santos, por haber logrado en su práctica una aproximación a las demandas constitucionales de las garantías establecidas por el artículo 50 de la Constitución Política, esto es el bienestar estimulando la producción con un buen reparto de la riqueza y respeto a la naturaleza.
Esta experiencia sobresale por la forma en que se ha producido un modelo de desarrollo, cuyo perfeccionamiento, primero que nada, puede ser de gran importancia, no solo para el desarrollo regional sino trascender como ejemplo a otras regiones y al país como un todo. De especial interés, pero esto será objeto de análisis aparte, es como se ha mantenido la confianza y la cooperación a pesar del accionar lento de las estructuras políticas centralizadas que generan impunidad.
El modelo de desarrollo de Los Santos
Cabe destacar que las comunidades que integran los tres cantones de la región de Los Santos se han distinguido por su organización. La organización cooperativa ha sido el mecanismo más utilizado por los productores de café para incorporar, a través de su procesado industrial, valor agregado, pero no se ha limitado a esta actividad y ha incursionado en otras locales, como el crédito.
Producto de estos éxitos, la organización cooperativa se proyectó en el campo de la energía renovable y hoy abastece plenamente las necesidades de las comunidades. La confianza adquirida le ha llevado a desarrollar su propia red de telecomunicaciones e incluso un canal de noticias regional.
Es una comunidad que no está esperando que le solucionen los problemas desde San José y en este proceso ha creado una institucionalidad propia que no depende de burócratas, sino de su propia organización, sobre la cual establecen mecanismos de control. Esto ha generado un nivel de autonomía importante que ha contribuido a mantener el clima de confianza y cooperación que estimula la innovación en nuevos campos como el turismo y el desarrollo regional en general.
Limitaciones de la autonomía regional
La estructura centralista del Estado costarricense afecta a la región por la forma en que se aplica desde los ministerios en San José, sin tomar en cuenta las opiniones y necesidades locales y regionales. Esto afecta particularmente la educación, la salud y la seguridad.
Tiene especial relevancia en la educación, ya que, de su adecuación a los nuevos tiempos y de su cobertura depende el futuro de la región y del país. No se trata en este caso de ignorar la importancia que tienen las directrices de una buena política nacional en este campo, sino la potestad de fijar metas y evaluar los resultados obtenidos, así como demandar que esta sea pertinente y adecuada a las condiciones regionales.
En cuanto a la salud, es muy importante que se retome en los Ebáis la participación de la comunidad, tanto en la definición de los problemas de salud, como en su ejecución y evaluación.
En el campo de la seguridad es fundamental desarrollar la seguridad comunitaria, como instrumento de inteligencia preventiva y de evaluación de resultados. En este campo es preciso que la evaluación y las recomendaciones de la seguridad comunitaria, una vez ratificadas por el poder local, tengan valor normativo. Tienen la palabra los candidatos a las alcaldías.
El autor es sociólogo.