Esta columna la escribo en nombre de las mascotas, pero también de sus amos, que disfrutaban de llevarlos a realizar compras, comerse un helado o, simplemente, entretenerse con ellas viendo ventanas.
Recientes incidentes sacudieron las políticas “pet friendly” que muchos negocios aplicaban con laxitud y que, la verdad sea dicha, eran una bomba que podía estallar en cualquier momento.
Dos niños fueron mordidos por perros en los pasillos de dos centros comerciales de Escazú y Curridabat, como resultado de la negligencia de los adultos y la curiosidad de los pequeños.
En definitiva, no es culpa del animalito que lo lleven de tiendas o a un restaurante, que no le pongan bozal y que su instinto reaccione cuando un extraño hace un inesperado movimiento para acariciarlo.
Tampoco es responsable de que su “papá” o “mamá” no le ponga correa, que no le lleve comida y que tampoco cargue implementos para limpiarlo a él y la zona donde realice sus necesidades.
Mucho menos es culpable por la inexistencia de rotulación en los locales que permita a los clientes tener claras las reglas de ingreso, convivencia, higiene y atención de emergencias.
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A raíz de los últimos acontecimientos, muchos negocios corrieron a quitar el rótulo de “pet friendly” para evitar la complicación de tener que cumplir con reglas que existen desde hace mucho tiempo.
Lamentablemente, esta decisión representa un golpe emocional para aquellas personas que consideran a estos seres peludos como parte de la familia o que son su única compañía.
Esto explicaría por qué muchos amos buscan espacios exteriores donde también pueden compartir con sus mascotas actividades tan cotidianas como tomarse un café o recorrer pasillos.
Un sector de nuestra actividad económica visualizó este fenómeno como una oportunidad para captar clientela. Pero ahora, muchos les cerraron las puertas sin dejarles alternativas.
¿Significa todo esto que estamos escuchando el último aullido de la cultura “pet friendly” en Costa Rica? No necesariamente.
Considero que este asunto se podría resolver de forma rápida si los comerciantes interesados en ese segmento tomaran las medidas que exigen las autoridades para permitir un ingreso regulado de animales.
Sin embargo, de momento no parece haber voluntad. Habrá entonces que buscar otros espacios. Al final de cuentas, a las mascotas no les importa el lugar, mientras puedan compartir con quienes consideran su manada.
