Columnistas

El tendero y su hijo el abogado

Crecí convencido de que ser abogado era mi destino, sin ponerme a pensar si aquella profesión me gustaba o no

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Para los tiempos en que comienza esta historia, en mi pueblo natal de Masatepe, yo tenía 56 primos hermanos, y el empeño constante de mi padre, Pedro Ramírez, era que me convirtiera en el primer abogado entre aquella multitud familiar, un timbre de orgullo para él, o una reivindicación; porque como solía martillar a la hora de las comidas sentado a la cabecera de la mesa, yo a su derecha, como privilegio de hijo mayor, él solo había logrado llegar hasta el cuarto grado de primaria, y eso era bastante en una familia de músicos pobres.








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