Aunque ya carga con tres derrotas electorales consecutivas, tal parece que el Partido Liberación Nacional (PLN) se metió en un complejo embrollo en su afán por evitar un nuevo revés en las urnas.
La agrupación fundadora de la Segunda República y uno de los brazos del otrora omnipresente bipartidismo, atraviesa un proceso de renovación interna que lanza confusas señales a los votantes.
El candidato presidencial, Álvaro Ramos, impulsa una “purga” con el claro objetivo de refrescar liderazgos, empuñar un discurso de cambio y revertir la imagen de “segundón” que arrastra el PLN.
Dicho proceso ha generado una ruptura pública entre Ramos y algunas figuras de la vieja guardia liberacionista y de la dirigencia territorial, la cual ha sido atizada por una lucha sin fin de señalamientos.
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Parece temprano para saber qué impacto tendrá esta reyerta en la cohesión de la maquinaria verdiblanca y, finalmente, en su capacidad para atraer el interés de los electores y movilizarlos.
No obstante, la “rebelión” que desde hace meses protagonizan los delegados de la asamblea cantonal de San Ramón evidencia que la actual dinámica del recambio puede dejar fracturas difíciles de sanar.
El malestar de los caciques ramonenses por la supuesta imposición de un candidato a diputado no solo impide al PLN completar la renovación de cuadros, sino que también amenaza con dejarlo sin deuda política.
Esto, sin duda, significaría un duro revés para la campaña, pues limitaría el margen de maniobra para captar recursos mediante bonos u otros instrumentos sujetos a garantías de retorno o ganancias.
Ramos y su entorno conocen los riesgos. Lo que no parecen tener claro es el camino para desenredar el colocho, una circunstancia que podría ser aprovechada por sus oponentes.
En otras palabras, la atención de este incendio no solo consume tiempo valioso, sino que también podría generar nebulosas respecto al liderazgo real del candidato y su capacidad de gestión.
Faltan pocas semanas para que el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) declare abierta una campaña que debería obligar a los candidatos a concentrarse en soluciones a los problemas nacionales.
Está por verse si el PLN logrará finalmente resolver sus problemas domésticos o si, por el contrario, una vez más entrará al proceso proselitista inmerso en el laberinto donde se metió hace tiempo.
