Me resulta incomprensible que luego de varios préstamos millonarios para el servicio de agua otorgados a diferentes gobiernos de todos los colores políticos, Costa Rica no haya podido resolver el problema del desperdicio ni tampoco el del cobro del agua. Lo peor es que el subgerente del AyA reconoce que la institución “no está organizada para el proyecto de reducir desperdicio”.
El problema de antaño era que nos enseñaban erróneamente que el agua era un recurso inagotable, cuando lo cierto es que su faltante golpea a más de 700 millones de personas en el mundo, las que deben vivir sin ese preciado líquido. No en vano se afirma que las guerras del futuro serán por el acceso al agua.
Dimensionando el problema, los seres humanos requerimos agua para vivir, pero el agua potable es poca y cada vez más escasa, y nuestro país saca nota roja por su mala gestión. Si bien el planeta está cubierto de agua, de cada 100 litros, 97 son agua salada. Esto implica que solo 3 litros son de agua dulce, y el agua potable es aún más reducida: solo un 0,007%.
Costa Rica ha sido bendecida con amplias fuentes de agua dulce. El problema aquí es de infraestructura, de gestión, de desaprovechamiento y de falta de cobro. Si esto último se corrigiera, se podrían reinvertir recursos en personal con talento para resolver un problema de 45 años.
En un foro organizado por el Colegio de Periodistas y el Colegio Federado de Ingenieros y de Arquitectos, el exfuncionario del AyA Luis Paulino Picado reveló que un 56% del agua no es facturada en el acueducto metropolitano y otros siete regionales. Las razones: fugas, gestión de la presión, falta de infraestructura y la obligación de dar agua a población sin título a la que no se le puede poner medidor, lo que se resuelve calculando un consumo presuntivo si lo autoriza una ley de tres artículos.
El mal mayor es que los responsables renunciaron a resolver el problema, lo que nos condena a que este crezca y empeore cada día. Se incumple así el objetivo de las instituciones que regulan la materia. Y esto, sin entrar en el tema del alcantarillado, otra situación no resuelta en la que también se han gastado millones.
Tenemos un semáforo en rojo que exige soluciones: el de una institución que despilfarra en vehículos y remodelaciones y hace cobros exorbitantes sin justificación a quienes sí pagan.
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Nuria Marín Raventós es politóloga.