Hoy, elegí una palabrilla de domingo para hablar sobre la vergonzosa realidad de los proyectos de infraestructura pública en nuestro país: chapucería.
Este término, según el diccionario, significa tosquedad o imperfección en cualquier artefacto, o sea, un trabajo mal hecho. Pero otras de sus acepciones son mentira, embuste y embrollo.
Creo que todas estas alternativas calzan para calificar a muchas obras que se ejecutan con dinero de los contribuyentes o con préstamos que terminaremos pagando con nuestros impuestos.
En la interminable ruta 32, por ejemplo, el Laboratorio Nacional de Materiales y Modelos Estructurales (Lanamme) determinó que ocho de las nueve rotondas que se han construido incumplen con los diámetros mínimos.
Lo anterior, advierten los especialistas, representa un riesgo para la numerosa cantidad de vehículos pesados, en especial los articulados, que pasan a diario por esa carretera y que deben hacer giros en esos cruces.
Y entonces uno se pregunta: ¿Y los ingenieros que diseñaron esa obra no conocían los requerimientos técnicos? ¿Y los órganos fiscalizadores nunca se dieron cuenta de semejante defecto? Mmm, algo huele mal.
Lo peor es que cura va a resultar peor que la enfermedad, pues las autoridades ahora hablan de construir en la 32 los pasos a desnivel previstos en los diseños originales. O sea, se botó mucha plata en una ocurrencia.
Pero las chapucerías no acaban aquí. El Lanamme señaló que el espantoso túnel de Circunvalación norte podría sufrir deterioro prematuro, pues no hay seguridad de que su drenaje se diseñara según las normas técnicas requeridas.
En forma reciente, La Nación reveló la existencia de múltiples señalamientos sobre la calidad constructiva del nuevo edificio del Instituto de Investigaciones Farmacéuticas (Inifar), de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Por otra parte, el Laboratorio advirtió de que el nuevo paso a desnivel que se construye en la Lima, Cartago, quedaría obsoleto en menos de ocho años debido a la genial decisión que tuvo alguien de eliminar el cuarto nivel.
Y para terminar, me despido con una anécdota de antología. Resulta que a tres días de la apertura anticipada del paso por el tronco principal de Circunvalación norte, pintaron señalización sobre calles llenas de sedimento y tierra.
Es el colmo de la chapucería que, en medio de los apuros del gobierno por mostrar alguna obra medio terminada, a alguien se le haya ocurrido semejante genialidad para salir del paso. Lo triste es que debe haber muchos colmos más.
