
Circula, en redes sociales, la onomatopeya “tic toc”, como una señal de desvelo para figuras de la política que se encuentran acusadas de presuntos delitos. Parece indicar que se acerca la hora de exponerse, en los estrados judiciales, y asumir las eventuales condenas.
El uso de la voz “tic toc” o “tic tac” puede llevarnos a pensar en el pánico que sentía el capitán James Garfio, personaje de la novela Peter Pan, de James Mathew Barrie. Recordemos que, según esa obra literaria, un cocodrilo le había arrancado una mano, aparte de haberse tragado un reloj. El sonido de ese aparato lo alertaba de que el animal estaba cerca y amenazaba con engullirlo por completo.
El investigador Antonio Mendoza Fillola señala que el lector nunca cumple una función pasiva. El escritor presenta un discurso que mantiene conexiones con otros textos. Por su parte, el lector aporta su experiencia, saberes y habilidades. La relación entre autor, texto y lector ocurre en un contexto que hace de cada lectura una experiencia única y siempre novedosa. En ese contexto se encierran convenciones, vivencias o conocimientos que son ya conocidos por un grupo reducido de hombres y mujeres o por incontables multitudes.
Subraya Mendoza Fillola, en su libro El intertexto lector (2001) que quien lee aporta sus propios significados a cada texto. Así, un discurso es marcado con la intencionalidad ideológica y estética que se le otorga.
Los cuentos, novelas, poemas o canciones que conocimos en nuestra infancia permanecen en nuestro imaginario durante toda la vida. Y no resulta extraño que hagamos alusión a ellos, a veces de manera inconsciente, en medio de situaciones ajenas a la niñez. Por ejemplo, en el campo del periodismo deportivo se puede señalar que un equipo es la Cenicienta del campeonato. O bien, como un recurso común de la sátira social, se presenta a un personaje de la política con su nariz tan crecida como la de Pinocho cuando dice mentiras.
Debe saberse que Peter Pan fue una novela publicada por J. M. Barrie en 1911. Su autor mencionó a este personaje en otras novelas como El pajarito blanco (1902) y Peter Pan en los jardines de Kensington (1906). En 1904 se estrenó la obra teatral Peter Pan: el niño que no quería crecer y, sucesivamente, se hicieron diversas puestas en escenas. Era común que el autor realizara variaciones en el libreto, incluso pocos días antes de cada estreno, por lo que metía en apuros al elenco.
Garfio nunca fue imaginado como un vulgar forajido. La investigadora María Tatar señala que, en una de las tantas versiones teatrales, se expresó que este pirata se educó en el prestigioso Eton College, razón por la cual no solo representa la severidad y la crueldad, pues también suele conducirse de manera refinada; debe destacarse que evidencia marcados rasgos de egocentrismo y pedantería. En otras palabras, Garfio es un aristócrata que puede reaccionar con violencia.
Por ello, debe señalarse que, en los primeros montajes teatrales, era usual que el mismo actor que interpretaba a Garfio también asumiera el papel del señor Darling, el padre de los niños. En un solo histrión se concentraban dos figuras antagónicas, la de amenaza y la de protección a la infancia; de la misma forma, que un político engañoso trata de proyectar la imagen de defensor de su pueblo.
No deja de ser curioso que Barrie diera su propio nombre, James, a Garfio. Y como si se tratara de una premonición, empezó a experimentar, a partir de 1920, fuertes calambres en la mano derecha. Debido a ello se vio en la necesidad de aprender a escribir con la otra mano. En ese entonces, no se usaban prótesis, y era entendible que se recurriera a la amenazante figura de un garfio.
En Costa Rica, se dio a conocer, entre 1923 y 1924, una versión en entregas de Peter Pan, en la Revista San Selerín. Estos escritos nunca fueron firmados, pero es probable que Carmen Lyra hiciera la traducción. En ese caso, se denominó al personaje como “capitán Garra”. También tiene garra el jaguar que algunos miembros de la política hoy usan como símbolo.
Al igual que las figuras públicas que temen ser juzgadas, Garfio representa el poder adulto y el uso violento del discurso. A pesar de su poderío, se atemoriza cuando escucha el “tictac” que le recuerda la presencia del cocodrilo, y acaso el llamado a acabar con la impunidad.
Carlos Rubio Torres es profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional (UNA).