Costarricenses, es hora de encender la suspicacia y de sintonizar los sentidos. Es hora de agudizar los oídos para rechazar la nefasta melodía que radio Jaguar pone a sonar día a día.
En otro intento por taladrar derechos fundamentales de la democracia como la libertad de expresión y la libertad de información, este gobierno pretende consumar la madre de las censuras.
La subasta de frecuencias de radio y televisión abierta encargada por Zapote a la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) amenaza con borrar a la gran mayoría de los concesionarios actuales.
Entre ellos figuran tanto operadores de grandes emisoras comerciales, como pequeñas estaciones regionales, culturales, religiosas y musicales con audiencias muy específicas.
Desde el principio del proceso, era previsible que muchas de estas empresas no iban a lograr cubrir los exorbitantes montos solicitados por Sutel para participar en la subasta.
Muchas de ellas dependen de donaciones, convenios, voluntariados y de sus reducidos ingresos por publicidad para sobrevivir. Difícilmente les iba a alcanzar para cumplir requisitos tan excluyentes.
Estamos hablando de más de 60 emisoras que acompañan, informan, entretienen y brindan soporte espiritual a sus seguidores, además de que generan más de 5.000 empleos.
¿Qué se gana con acallar sus voces? No encuentro una explicación razonable, porque la eventual salida del aire de tantas emisoras más bien representa una terrible pérdida para el país.
Pero la malicia indígena sugiere que un déficit de concesionarios podría generar oscuras oportunidades de negocio y abrirles nuestro espectro radioeléctrico a personajes dudosos.
También podría servir como ruta para extirpar medios de comunicación críticos de la gestión del gobierno y para dejarles un mensaje a otros que esta vez no resultarían afectados.
Para desgracia de radio Jaguar, existe la Sala IV. Para fortuna de los costarricenses, tenemos un sistema de pesos y contrapesos que nos ampara ante los atropellos de quienes ejercen el poder.
Dicho tribunal suspendió la subasta mientras estudia el recurso de amparo presentado por un ciudadano que salió en defensa de quienes no pueden tener Internet ni televisión de pago.
Este vecino de Paraíso no se imagina a su papá, fiel oyente de la radio, sin sus programas favoritos. Él sabe que un apagón de frecuencias significa un golpe muy sensible para la sociedad, ¿y usted?

