Las únicas cosas que tenemos claras sobre el nuevo gobierno son las siguientes: (a) que tendrá un débil mandato electoral y, por tanto, un reducido capital político de partida; (b) que será minoría en una Asamblea Legislativa multipartidaria, lo cual le obligará a una persistente labor de creación de alianzas con partidos que no estarán muy felices de ayudarle; (c) que deberá concretar una parte sustantiva del ajuste fiscal, por las resistencias de los partidos a aprobar en el 2021 lo comprometido con el FMI; y (d) que tendrá poquísimo tiempo (un mes) para concretar la hoja de ruta real de su administración, pues los programas de gobierno de los partidos en liza son, ante todo, una declaración de intenciones.
Tenemos otros datos ciertos y fregados acerca del contexto en el que se inaugurará ese nuevo gobierno, independientemente de quién sea. Enfrentará una situación fiscal más estable a corto plazo, lo que le dará un respiro, pero con bases endebles que le impedirán evadir al FMI; heredará una economía que vuelve al insatisfactorio crecimiento prepandémico, un mercado de trabajo que sigue sin generar oportunidades para muchos y deberá lidiar con presiones inflacionarias. A esto se agrega una situación internacional complicada, tanto mundial (¿habrá guerra en Ucrania?) como regional —endurecimiento de la represión en Nicaragua y, en general, una Centroamérica en su peor momento en décadas—.
O sea, aterrizaje forzoso y sin paracaídas del mundo etéreo de los abrazos y las arengas a la dura realidad de gobernar. Atrás quedará el voluntarismo de los “machos alfa”, ese del “yo sí puedo”, “es cuestión de voluntad y yo tengo de sobra”, etcétera. Porque, si lo anterior es una aproximación razonable a la realidad, la otra cosa cierta es que el próximo gobierno, contrario a las promesas de campaña, no tendrá otro remedio que empezar pidiendo sacrificios a la población y no repartiendo los beneficios de la prosperidad. Quemará rápido capital político.
Para lograr un músculo político que no tiene, quizá deba apelar a estrategias que tanto se criticaron en el 2018, tales como conformar un gabinete multicolor, con personas de otros partidos, para ampliar bases de apoyo. Hoy un gobierno de un solo partido parece no alcanzar, menos si las caras del gabinete son las mismas que las del ancien règime. ¡A ponerse el cinturón!
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El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.