Columnistas

Dos años después, una tragedia mayor

Nunca creí que una nación nacida de un genocidio hace dos generaciones perdiera su compás moral por un liderazgo corrupto y xenófobo. Y, aunque hay esperanzas, este horror no ha terminado

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Hace dos años, pocos días después del ataque de Hamás en contra de la población israelí, acepté, como hecho asumido, que Israel tenía el derecho a la legítima defensa. También expresé mi temor de que su respuesta derivara en un castigo colectivo contra la población civil de Gaza. Me cito en ambos puntos: “brutal, despiadado, pero, al parecer, muy bien planeado ataque terrorista de Hamás desde la Franja de Gaza a Israel” y “mucho me temo que ese contraataque será un castigo colectivo indiscriminado, prohibido por el derecho internacional”. Y concluía: “Los expertos dicen (…) que esta fase del conflicto terminará con una tregua producto de una mediación internacional (...). Quizá, pero de aquí a allá habrá habido un infierno de muerte y destrucción y las causas del conflicto seguirán vivas, a la espera de un nuevo episodio”.








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