Primero que nada, quiero empezar esta columna haciendo un reconocimiento sincero a la valiente y sacrificada labor que realiza la mayoría de oficiales de nuestra Fuerza Pública.
A ellos les corresponde, literalmente, ponerle el pecho a las balas para encarar una lucha desigual contra la delincuencia, sin contar con las condiciones necesarias para proteger a la ciudadanía y sus propias vidas.
La carencia de armamento, botas, vehículos e instalaciones limita la capacidad de respuesta de un cuerpo policial llamado a cumplir un rol fundamental ante la ola de violencia que azota al país.
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Una de las misiones fundamentales que desempeña la Fuerza Pública es la prevención del delito, la cual debe ejecutar mediante labores de vigilancia, control, investigación, intervención y educación.
No soy experto, pero considero que para realizar esta tarea se requiere tener, además de recursos, una presencia activa, visible y estratégica en aquellos sitios donde el hampa extiende sus tentáculos.
Sin duda, es necesario mucho trabajo de inteligencia para entender y, eventualmente, anticipar los movimientos de la delincuencia.
Estoy seguro de que el país cuenta con oficiales calificados para recolectar e interpretar las estadísticas criminales, así como para definir líneas de acción en el campo. La pregunta del millón es: ¿Por qué no vemos resultados?
Se estima que el 2025 podría cerrar con 900 homicidios, una cifra muy cercana al récord histórico de 907 asesinatos ocurridos en el 2023, y las autoridades no descartan que en algún momento sobrepasemos los 1.000 casos.
Los datos evidencian que el país está perdiendo la batalla contra la violencia. El miedo a ser víctima de una bala perdida se percibe en la calle, la oficina, el restaurante, el mercado, el minisúper y el hogar.
Para, Randall Zúñiga, director del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), uno de los factores que inciden en el aumento de homicidios y patrones de violencia es que no se están realizando operativos de control territorial.
Su criterio es que la presencia de la Fuerza Pública ha dejado de ser visible en las áreas conflictivas. De ser así, ¿dónde están los policías? ¿Y dónde están los recursos que necesitan para enfrentar este momento crucial?
Ojalá que los llamados a responderles estas preguntas a los costarricenses se decidan finalmente a comerse la bronca.