
FIRMAS PRESS.- Vale la pena analizar las imágenes del desfile militar que hace unos días se celebró en China. En medio del boato y una espectacularidad coreografiada al milímetro, el dictador chino Xi Jinping recibió con todos los honores a otros dos déspotas: el presidente ruso, Vladimir Putin, y su homólogo de Corea del Norte, Kim Jong-Un. Al trío calavera lo acompañaban mandatarios de otros países cuyo récord deja mucho qué desear como el gobernante de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, también conocido como “el carnicero” por su sistemático abuso de los derechos humanos.
La reunión en Pekín fue toda una exhibición del poderío armamentístico que el gigante asiático ha reunido para dejar claro dos cosas: es una potencia que compite por llevar las riendas de la geopolítica internacional y cuenta con socios dispuestos a alinearse con sus intereses frente a la primera potencia del mundo que es Estados Unidos.
Lo irónico, por no decir preocupante, es que mientras el presidente Donald Trump continúa mostrando su debilidad por Putin, el ruso con quien verdaderamente está aliado es con el régimen chino, que está detrás de toda la ayuda que el Kremlin necesita para seguir atacando a Ucrania. También el hombre fuerte de Corea del Norte le echa una mano enviando a sus soldados a pelear en el frente ruso.
Todo esto ocurre mientras Trump lanza mensajes contradictorios, y con pocos resultados, sobre su papel como mediador en el conflicto entre Rusia y Ucrania. Por momentos, asegura que la paz está a la vuelta de la esquina y solo depende de él. En otras ocasiones, amonesta a Putin, pero no con demasiada firmeza. Lo usual es el trato áspero que le dispensa al líder del país invadido, Volodomir Zelenski, a quien presiona para que acabe de entregar la soberanía nacional a las fuerzas invasoras.
Es indudable la sincronía entre los tres sátrapas que han compartido abrazos y confidencias en medio de un despliegue marcial que parecía la superproducción de un filme bélico. El mensaje de la siniestra troika es claro: si el trumpismo pretende erigirse como sheriff del panorama global (palabras del propio vicepresidente J.D. Vance) imponiendo aranceles cuyo fundamento no lo comprende ni un diario conservador como el Wall Street Journal, ellos levantan un bloque en lo económico y también en la exhibición de una amenaza nuclear. Y lo hacen en un momento en que queda en evidencia que la influencia y capacidad de acción de Europa se ha debilitado porque ya no cuenta con Washington como aliado, sino todo lo contrario.
Trump, y también su segundo al mando, trata despectivamente a los 27 miembros de la Unión Europea (salvo al húngaro Viktor Orban, alineado con las políticas trumpistas) a la vez que le pasa la mano al Kremlin.
Pero de todo lo que ha sobresalido de un encuentro donde personajes tan turbios han reivindicado conceptos como la paz y el diálogo –sus verdaderas señas de identidad son sus ansias imperialistas y los crímenes contra la disidencia–, lo más llamativo ha sido la conversación que se pudo escuchar entre Putin y Jinping gracias a un micrófono abierto.
En un intercambio que creyeron era privado, los dos charlan con entusiasmo sobre los avances científicos para llegar a vivir al menos 150 años. Ambos tienen más de 70 años y ya se asoma la preocupación por la mortalidad que los acecha y que daría al traste con sus deseos de gobernar por secula seculorum. Lo que se lo impide es el finiquito biológico que acaba por pasarle la cuenta hasta al más empecinado dictador. Putin llega a decirle a su anfitrión: “Gracias a la biotecnología, los órganos humanos podrán ser trasplantados constantemente”, en lo que parece el diálogo de una película de ciencia ficción.
Xi Jinping, Putin, Kim Jong-Un y otros aspirantes a dictadores venderían sus almas al diablo con tal de ahorrarse el inevitable trámite de morir. En realidad, ya lo han hecho y ahora apuestan por el milagro de la vida eterna para eternizarse en el poder. Lo suyo es puro género gore-político.
Red X: ginamontaner
Gina Montaner es periodista.