Una persona cercana repite que si algo debe rescatarse de la era soviética es el apoyo a la cultura y el deporte, entre ellos el juego ciencia, el ajedrez. No en vano la hegemonía ajedrecista soviética lo dominó durante muchos años, hasta que en 1972 un joven norteamericano, Bobby Fischer, derrotó al campeón Boris Spaski; no obstante, tras su retiro volvieron los campeones soviéticos Karpov y Kasparov, de igual manera es digno destacar las glorias de la rumana Nadia Comaneci, entre otras figuras sobresalientes. Por supuesto, existió un sesgo ideológico que limitó libertades públicas, lo que no se puede pasar por alto para citar solo uno: Aleksandr Solzhenitsyn.
En nuestro país, si bien es rescatable la frase de don Pepe “para qué tractores sin violines” y la creación de un ministerio para su atención, la realidad es que la cultura y el deporte, con la salvedad del fútbol, son una especie de cenicienta presupuestaria y se ubican en un lugar bajo en la jerarquía de las prioridades de inversión y relevancia para el Estado. Lo digo con conocimiento de causa, porque lo viví de cerca en mi familia por ser hija de un pianista y nieta de un escritor.
Desde todo punto de vista, esta es una política errónea, porque, valorándose desde cualquier punto de vista, la cultura y el deporte son base fundamental para mejorar el nivel de vida en la sociedad, generar ingresos al país y fuentes de empleo dignas y especializadas y recursos para el fisco.
Sin duda se debe apoyar lo que hoy se denomina economía naranja, con programas de emprendimiento, facilitar su instalación con menos permisos y trámites burocráticos, abrir canales de comercialización y mercadeo, según se trate: galerías o centros de presentaciones, vinculación con las comunidades, incentivos fiscales que a mediano plazo más que compensarán los beneficios económicos y aprovechar programas de incubación de empresas para dar financiamiento ágil y de acuerdo con las características propias de cada actividad.
Además, falta un programa especial para detectar futuros talentos y darles el seguimiento y apoyo con becas y logística para desarrollar los más altos atributos de esas personas. Si queremos ser un país desarrollado, hagámoslo de manera integral.
Licenciada en Derecho de la Universidad de Costa Rica y Máster en Artes Liberales en Harvard University. Co-fundadora y Vicepresidenta del grupo empresarial "Alvarez y Marín Corporación". Mujer Empresaria del Año 2011, Premio Alborada, Programa de Desarrollo Mujer Empresaria, Cámara de Comercio. Profesora, analista y conferencista.
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