En el debate público costarricense es frecuente escuchar que al país le falta una visión de largo plazo. Que navegamos entre urgencias fiscales, conflictos coyunturales y decisiones fragmentadas. Sin embargo, esa afirmación es solo parcialmente cierta.
Costa Rica sí tiene una hoja de ruta. El problema es que rara vez se utiliza como referencia efectiva para la toma de decisiones. Desde inicios de 2022, el Estado cuenta con el Plan Estratégico Nacional 2050 (PEN), que define con claridad el tipo de país al que se aspira hacia la mitad del siglo: más inclusivo, productivo, digital, sostenible y con menor desigualdad territorial. No es un documento declarativo ni una lista de buenas intenciones. Contiene ejes estratégicos, metas y un horizonte temporal explícito.
Aun así, el PEN 2050 ocupa un lugar marginal en la discusión cotidiana sobre política pública. Rara vez ordena el debate presupuestario, no estructura las prioridades sectoriales y casi nunca se utiliza como criterio para evaluar la gestión de los gobiernos. Existe como instrumento formal, pero no gobierna la conversación pública ni la acción diaria del Estado.
Uno de los principales desafíos de la planificación a largo plazo es evitar que los planes queden confinados al papel. El Plan reconoce esta limitación y subraya la necesidad de contar con mecanismos de seguimiento que permitan evaluar los avances, identificar rezagos y corregir el rumbo.
La planificación sin medición termina siendo aspiracional; la medición sin planificación, errática. Hoy persiste una brecha clara entre la visión estratégica y la ejecución concreta de las políticas públicas.
El país todavía carece de un sistema ampliamente utilizado que permita monitorear, de forma regular y territorializada, si las decisiones están alineadas con los objetivos de largo plazo.
Costa Rica no necesita redefinir su visión cada cuatro años. El Plan Estratégico Nacional 2050 ofrece un norte claro. Convertirlo en una referencia para la toma de decisiones es el verdadero reto. En ese esfuerzo, contar con instrumentos que traduzcan la visión a largo plazo en métricas verificables será clave. Alinear los demás instrumentos de política pública a este plan también requerirá que la próxima administración gobierne con visión de largo plazo.
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Andrés Fernández Arauz es economista.
