Costa Rica figura entre los países donde la electricidad de uso comercial e industrial es de las más caras, tanto en Centroamérica como entre países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Aquí, según GlobalPetrolPrices.com, el costo de un kilovatio hora (kWh) es de $0,18. Eso es casi lo que pagan los japoneses ($0,19), una de las tres economías más grandes del mundo.
Otro sinsentido es que el precio local sobrepasa el de todos los miembros americanos de la OCDE, como son México ($0,15), Chile ($0,13), Colombia ($0,13) y Estados Unidos ($0,10).
Las comparaciones llevan a concluir que es urgente obligar a administradores y funcionarios del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) a producir con mayor eficiencia y a más bajo costo, pues su inoperancia provoca graves consecuencias económicas y sociales.
Las abusivas tarifas que tiene Costa Rica son un lastre al esfuerzo de aumentar la producción, el comercio y, por ende, a la generación de más puestos de trabajo, sobre todo, en medio de una pandemia, en la cual 423.000 personas buscan empleo y no lo encuentran (17,4% de la población económicamente activa).
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En el intento nacional de salir de esta crisis, el ICE pone piedras en el camino con su cara estructura operativa que le impide producir electricidad al mínimo costo. Las cifras lo evidencian: sus plantas producen un kWh a un precio promedio de ¢124. Sin embargo, 11 cooperativas rurales lo hacen a ¢80 y 37 generadores privados a ¢49.
La lógica dice que lo rentable es comprar más energía a cooperativas y privados. Pero, el ICE, en lugar de procurar una sinergia, aniquila con dolo a los que le restriegan en la cara su inoperancia. Así, suspendió compras a seis plantas hídricas y a una eólica y ya adelantó la misma condena a otras ocho.
El monopolio de la electricidad se justificó por décadas, pero —al igual que el de telecomunicaciones— se ha convertido en un freno a la productividad y desarrollo social. Culpables somos todos, porque hemos tolerado a quienes gobiernan el ICE anteponer sus intereses a los del país.
Reclamemos cambios para evitar que transformen en prescindible la joya que es esta institución.
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