En el mundo hay cosas que pasan de repente, inesperadamente. Juan Tallón, al comienzo de su libro Obra maestra, se refiere a ellas así: “Hay cosas que no tienen una hora precisa o idónea para suceder. Te caen sin más encima, como una marquesina, y te aplastan”.
Pensé que lo de la marquesina era un ejemplo extraño: ¿a quién se le ocurre? Era más fácil, aunque desprovisto de ambición literaria, aludir a la manzana que, según la leyenda, le cayó a Isaac Newton en la cabeza y le inspiró su teoría de la gravedad.
Pero, ¿una marquesina, esa cubierta que está frente a la puerta o la ventana, ideada para que uno se guarezca de la lluvia y no para perecer debajo de ella?
En eso se me vino a la memoria lo que le ocurrió a mi tía, una monja bondadosa y de muy buen ver atrapada a cal y canto en su convento, allá por los años cincuenta o principios de los sesenta: vaya a saber por qué, un día salió a visitar una tienda en San José, y mientras esperaba confiadamente bajo la marquesina del establecimiento, de repente, inesperadamente, le cayó encima aquella marquesina y de a poco la mata.
Por lo visto, mi tía estaba marcada con el signo del de repente: no mucho tiempo después, cuando, todavía maltrecha, se reponía de lo de la marquesina en la casa familiar en Barva, donde su congregación le había permitido que convaleciera a condición de que fuera a misa cada día, muy cerca, casi al cruzar la calle, salió a cumplir con ese mandamiento y de repente, inesperadamente, la atropelló una bicicleta que por ahí pasaba. Y vuelta a empezar. De modo, recapacité, que el símil de Juan Tallón no tenía nada de extravagante: a mi tía, debajo de la bicicleta o de la marquesina, le hubiera parecido lo más natural del mundo.
Hablando del mundo grande y ajeno, lo cierto es que está lleno de cosas repentinas e inesperadas, cosas que cualquier día nos caen encima y nos aporrean, en sentido real o figurado. Un cohete o una bomba, por ejemplo, o como los llamen los que saben. De ahí que ahora me ejercito en reducir el mundo a las modestas proporciones del mío propio, más comprensible y manejable. Aunque quizá ni esto sea posible.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.