Este 14 de mayo recordamos el 76.° aniversario del fallecimiento de María Isabel Carvajal, conocida como Carmen Lyra. Sea ocasión para rememorar su invaluable aporte a la literatura, la educación y la política. Este año resulta oportuno reflexionar sobre el centenario de la fundación de la Escuela Maternal de Costa Rica.
Recordemos que Carmen Lyra abrió las puertas de una institución dedicada a la niñez con edades comprendidas entre los cuatro y los seis años. Fue un acto trascendental para la educación costarricense que se llevó a cabo en 20 de abril de 1925. Esa mañana, Lyra recibió al pequeño alumnado con estas palabras: “Chiquitos, esta escuelita es para que jueguen y aprendan muchas cosas bellas”.
Recibió a 95 menores de ambos géneros, provenientes de diversas clases sociales. La acompañaban las educadoras Luisa González y Margarita Castro Rawson (con especialidad en música) y la portera Consuelo Álvarez. Debe anotarse que el entonces presidente, Julio Acosta, firmó el decreto de fundación de ese centro el 7 de mayo de 1924, un día antes de concluir su gestión.
En la institución se fraguaron valores fundamentales como el de pensar en una niñez “limpia, sana y feliz”, frase que también fue un lema. Se priorizó la promoción de la higiene, el control de las enfermedades y se buscó la felicidad integral; asimismo, a partir del 11 de mayo de 1925 se instituyó el servicio de la leche, y así se empezó a vislumbrar que los comedores escolares nunca deben ser conceptuados como actos de caridad; son lugares donde se cumple con el derecho a la alimentación como un acto de dignidad, pues nadie puede aprender con hambre.
La administración del presidente Acosta les entregó una casa de madera para albergar esa escuela ubicada en avenida 7, situada detrás del Edificio Metálico, en los márgenes del barrio Amón, que era entonces uno de los más adinerados de la capital. Fue una casona en la que lograron armonizar aulas; un saloncito para el piano; un cuarto para delantales, sombreros y juguetes; una cocina, un cuarto exclusivo para juguetes; una sala para las maestras; la oficina de la directora, Carmen Lyra, y las duchas donde las maestras bañaban a aquellos niños que no podían asearse en sus domicilios.
Las maestras, con absoluta claridad sobre principios de conciencia social, manifestaron por escrito que esta escuela debía encontrarse en algún barrio donde vivieran familias obreras. No debe perderse de vista que ellas pensaban en hijos de servidoras domésticas, costureras, planchadoras, zapateros u obreros.
No solo se trató de uno de los primeros centros educativos dedicados a la primera infancia de América Latina, fue una de las primeras escuelas de nuestro continente especializadas en primera infancia, en las que se pusieron en práctica, con una visión ecléctica, ideales pedagógicos de Maria Montessori, Heinrich Pestalozzi, Friedrich Fröebel, Ovide Decroly y las hermanas Rosa y Carolina Agazzi.

La acción de Carmen Lyra guarda inmensa relevancia, pues a partir de 1925 la educación preescolar se universalizó en Costa Rica. Durante este siglo, se ha logrado consolidar como una especialidad educativa y debe ser considerada una prioridad en la formación de la totalidad de la población infantil.
A pesar de que parte de esa edificación aún se mantiene en pie, y está declarada patrimonio histórico, presenta ostensible deterioro. Algunas tablas ya se han desprendido, y las lajas del patio interno se encuentran apiladas. Y no es aventurado pensar en el peligro de un incendio.
Parece una quimera pensar en la necesidad de restaurar y salvaguardar la vieja casona esquinera. Son tiempos en los que muchos centros educativos tienen órdenes sanitarias y es necesario mejorar la infraestructura de centenares de escuelas y colegios. Sin embargo, si no se cuenta con memoria histórica, no podemos comprender el presente y mucho menos tomar decisiones para enfrentar retos futuros,
Es urgente que autoridades del Ministerio de Educación Pública y el Ministerio de Cultura y Juventud busquen los fondos para proteger esa casa, y eventualmente convertirla en un museo pedagógico al servicio de estudiantes y profesionales de la pedagogía, un museo para recordar el legado invaluable de Carmen Lyra y otras mujeres que hicieron ese voluntarioso y encomiable trabajo por la niñez y la patria.
Carlos Rubio Torres es profesor jubilado de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la Universidad Nacional (UNA).