Una cosa es tener el derecho a hacer algo y otra, ejercerlo sabia o prudentemente. Lo primero es una capacidad legal y lo segundo, ¡diay!, depende del maní que cada uno tenga. Ejemplos abundan. Tengo libertad de expresión y la puedo emplear para rebuznar y pelarme el nance, mientras que el fulano de a la par hace un uso lúcido de ella. Soy dueño de una empresa, amparado en el derecho a la propiedad, y tomo decisiones que la quiebran. Tengo derecho a gobernar, pues fui escogido en elecciones limpias y libres, y, una vez montado, gobierno mal.
Esta distinción es importante aplicarla al caso de la cancelación de la visa estadounidense a seis personajes públicos costarricenses: el expresidente Arias, cuatro diputados y una funcionaria pública. No está en discusión que ese país, o cualquiera, tiene el derecho de conceder o negar visas a quien crea conveniente. Sí lo está la manera en que empleó ese derecho en estos casos.
El grupo cancelado comprende a personas con ideologías y responsabilidades muy distintas. Tienen, sin embargo, varias cosas en común: no han sido pillados in fraganti en hechos delictivos, no han sido acusados de algún delito de crimen internacional; se han opuesto a decisiones del gobierno de Costa Rica y han tenido intervenciones en el tema de China y el 5G que no gustan a Estados Unidos. Desde hace rato, el expresidente Arias ha sido crítico de la política exterior estadounidense.
Para mí, es un acto agresivo, impropio de las sólidas y amistosas relaciones, de larga data, entre dos de las democracias más longevas del hemisferio. Buenas relaciones que, ya en 1917, quedaron cimentadas cuando Estados Unidos se negó a reconocer al gobierno golpista de Tinoco. Sé que es lo que hay, pero digo lo que pienso. Y agrego: me entristece, como costarricense, el silencio oficial. Nos sobra bisagra.
Y, con todo, este desaguisado es un pequeño grano de arena frente a la monumental arbitrariedad que es la decisión del gobierno de Trump de iniciar, por sí y ante sí, una guerra comercial sin cuartel. Todo se entremezcla: mensajes contradictorios (los aranceles: ¿son táctica negociadora?, ¿llegaron para quedarse?), ruptura de acuerdos comerciales, incluido nuestro TLC, y enormes impactos económicos –los efectos políticos, ya los veremos–. La ley de la jungla. ¿Nuestro gobierno? Chiquitico otra vez, felicitándose de que no nos trataron tan mal.
vargascullell@icloud.com
Jorge Vargas Cullell es sociólogo.