¡Cómo cambian los tiempos! Décadas atrás, la lucha nacional de Panamá por el control del Canal era, también, causa latinoamericana, una de las claves de las relaciones entre la potencia del norte y nuestro subcontinente. Hasta Costa Rica, fiel aliado de los Estados Unidos, apoyaba que esa ruta clave del comercio internacional, en dominio estadounidense, pasara a manos panameñas. Gracias a los Tratados Torrijos-Carter de 1977, el cambio finalmente se pactó. Así, desde el año 2000, veintitrés años después del acuerdo, nuestro vecino adquirió plena soberanía sobre el Canal y zonas adyacentes y administra eficientemente la ruta interoceánica.
La invasión militar norteamericana de 1989 no alteró lo previsto por los tratados de 1977. El presidente Bush respetó lo pactado. Lo que hizo el Ejército estadounidense fue derrocar la dictadura de Noriega, capturar al dictador –un exagente de la CIA y espía doble reconvertido en narcotraficante– y, luego, crear condiciones para el surgimiento de la democracia en Panamá. Fue una cirugía que removió a un déspota corrupto cuyos cambios de chaqueta se hicieron intolerables para sus intereses.
Digo que cómo cambian los tiempos porque hoy, cuando Trump amenaza con recuperar militarmente el control del Canal y pasarse los Tratados Torrijos-Carter por el forro, un estruendoso silencio recorrió América Latina. Bueno, tal vez exagero, no se llegó a tanto. Lo que sí puedo decir es que los líderes regionales se limitaron a tibias lamentaciones. No hubo ninguna acción coordinada en algún foro internacional para forzar una condena, aunque simbólica. Mejor no menear el palo. Y Panamá quedó solito, a la intemperie, encajonado en sesiones bilaterales con la potencia más fuerte del planeta, sin otra opción más que escribir en su libreta de apuntes las exigencias del gobierno norteamericano.
Costa Rica elevó al cubo la tibieza latinoamericana. Nuestro presidente comentó que es “tempranito para amarrarnos a una posición y hay argumentos de ambos lados” (Infobae 22/04/2023), contradiciendo de paso una tibia declaración previa de la Cancillería a favor de la soberanía panameña. Cuando andamos en estos mínimos, un poquito de consistencia ayudaría. El punto es que la idea política de Latinoamérica como un espacio de acción y apoyo conjunto, está por los suelos. Cada país anda por lo suyo y esto, a los enanos no nos sirve.
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Jorge Vargas Cullell es sociólogo.