Conozco un abogado a quien, en honor a la verdad, apenas puedo considerar amigo, que dice en serio que quiere este epitafio para su tumba: “Perdía casos, pero no muchos, y el número de sus amigos superaba el de sus enemigos”.
Le gusta la novela negra, y me ha confesado que el texto lo sacó de una, escrita por el irlandés John Connolly. Comparto su afición, pero a diferencia de él, leo a bulto, sin fijarme demasiado en los detalles.
Siendo un hombre de recursos holgados y convincente desempeño profesional, que a partir de los viernes bebe con dedicación y en alegre compañía hasta el domingo, el epitafio es un poco largo, pero no dice mentira. Por otro lado, mi colega se preocupa por hilvanarlo desde ahora porque está entrado en años y malas costumbres, y eso anima las premoniciones. Pero no las toma con aspereza: el otro día, en el entierro de un conocido, me dijo al oído: “Este es el cuarto funeral al que he asistido este mes. A nuestra edad, se le llama tener una vida social”. No creo que fuera cierto, en este país no muere tanta gente. En la misma ocasión le oí decir: “A mi edad, es muy típico descansar, a veces descansar para siempre”. Tal vez todo lo que dice no sea de su propio peculio; aun así, no será un insigne jurista, pero sí un hombre ingenioso.
Me conviene el trato con mi amigo, en la medida en que puedo llamarlo así. Creo que se debe a que, salvo el trabajo, no tenemos mucho en común. Cada día que pasa, aprecio más lo distinto, lo contrastante, porque me enseña lo que no sé y aquello a lo que no estoy acostumbrado, trátese de ideas, opiniones, prácticas o rutinas. Valga decir, la diferencia. Me da cierto temor la gente que está inalterablemente convencida de sus propias creencias: acepto que las preguntas son la verdadera medida de un hombre.
Además, sospecho que, en el fondo, mi colega es una persona triste, que lo disimula bien. Para animarlo, cito a Lucrecio: “Lo que los seres humanos pueden y deben hacer es dominar sus miedos, aceptar el hecho de que tanto ellos como todas las cosas que tienen ante sí son efímeras, y aprovechar la belleza y el placer que ofrece el mundo”.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.