La primera sensación que produce la propuesta del gobierno para el FMI es el desbalance, pues está cargada más de nuevos impuestos que de reformas estructurales en el Estado a fin de ordenar las finanzas públicas y lograr un equilibrio financiero sostenible.
Sin embargo, en el satanizado capítulo de nuevos impuestos, hay que ver el vaso medio lleno. No todo es tan desproporcionado como se pinta, pues, una vez más, se prenden luces sobre la urgencia de gravar a los exentos, a los que nunca han cargado tributos.
La lista empieza por las grandes cooperativas, exoneradas del impuesto sobre sus utilidades. Se trata de unas 20, nada más, que, tras medio siglo de no aportar renta, les llegó el momento de devolver al país la ganancia.
Aquí, los más quitados para hacer que las grandes cooperativas paguen son los diputados de Liberación Nacional, partido impulsor y defensor de este privilegio.
El listado sigue con Caja de ANDE y Seguros de Vida del Magisterio. ¿Por qué exonerados? A ellos, igual, les llegó el momento de resarcir los dividendos obtenidos durante décadas.
Lo mismo sucede con la nada eficiente Superintendencia General de Telecomunicaciones (Sutel), exenta de renta, pero con cientos de millones de dólares guardados en sus cuentas que, por lo menos, podrían sacar de la pobreza digital a los 500.000 escolares a quienes la pandemia sorprendió sin conexión.
Igual, el salario escolar de los empleados públicos, exento desde su creación hace 25 años. También los premios de la lotería, que en todo país desarrollado aportan impuestos.
Debemos estar claros en que sí son necesarios nuevos impuestos, pero, en primer lugar, cobrárselos a los privilegiados que nunca han pagado.
Entonces, un foco de reforma son las 1.300 exenciones con las que el Estado pierde ingresos por el equivalente al 5,3 % del PIB.
En algunos casos, son necesarias para reactivar la economía o auxiliar un sector social, pero la esencia debe ser que tengan un principio y un fin. ¿Cinco años? Quizás, pero debe morir la vida eterna con que las crean los diputados. Son insostenibles.
La propuesta para el FMI está desbalanceada, es cierto, pero es perfectible sin permitir que se borre de ella a los privilegiados eximidos de impuestos.
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