
FIRMAS PRESS.- Por una cuestión generacional, el movimiento de rap y reguetón es para mí más de oídas. Pero los hijos no solo nos enseñan las nuevas tendencias, sino también nos aficionan a ellas y nos conectan con lo que está pegando entre los jóvenes.
Es el caso del artista puertorriqueño Benito Antonio Martínez Ocasio, conocido mundialmente como Bad Bunny. A sus 31 años, cuenta con una trayectoria brillante que comenzó a tener eco a partir de sus primeros temas, más en la onda del reguetón.
Poco a poco, el cantante, que creció en la zona playera de Vega Baja, ha ahondado en las raíces de la riquísima música puertorriqueña con la salsa, la plena, bomba y todos los movimientos contemporáneos que se nutren de la música urbana y reflejan las más duras realidades sociales.
Muy pronto fue un fenómeno en la isla, pero sus temas también han acabado por imponerse en Estados Unidos y en Europa como parte de un sobresaliente grupo de músicos puertorriqueños como Daddy Yankee, Ivy Queen, Rauw Alejandro o Residente, referente de un joven Benito que aprendió del líder de la mítica banda Calle 13 a reflejar en el rap las vicisitudes de su tierra y la compleja relación con Estados Unidos –vinculada a los americanos con estatus de Estado Libre Asociado–, y el debate de la estadidad o la independencia como un perenne dilema que sacude el alma y la identidad de los puertorriqueños.
Desde sus inicios, Bad Bunny no rehuyó la crítica y el compromiso social. En el video musical de Yo perreo sola, reivindicó los derechos LGTBQ y puso en entredicho la rémora del machismo en las sociedades latinas.
En cuanto a su orgullo patrio y ondear con orgullo la bandera de Puerto Rico, es una constante en su vida, que se acentuó con el primer gobierno de Donald Trump y esa imagen del republicano arrojándole con desprecio a la gente rollos de papel toalla cuando la isla a duras penas se recuperaba de la devastación que dejó el huracán María, en 2017.
Un huracán que puso a flote muchos de los problemas que arrastra desde hace años Puerto Rico: un alto índice de desempleo, deficiencias de infraestructura que provocan cortes de energía, la corrupción de los gobiernos electos y, sobre todo, ese sentimiento de frustración que ha llevado a los isleños a emigrar en masa hacia el continente americano, con una diáspora más numerosa que la población que permanece en la isla.
A Bad Bunny, o sea, a Benito, le duele Puerto Rico. Cuando la falta de suministro eléctrico dejaba la isla a oscuras, sacó la canción El apagón (2021), que se convirtió en himno de protesta. Junto a Residente, Ricky Martin y otros artistas boricuas consagrados, lideró manifestaciones en San Juan y exigió respuestas al entonces gobernador Ricardo Roselló. Benito ha dicho que fue un niño hogareño y poco dado a callejear, pero desde muy pronto tuvo conciencia de la necesidad de combatir los problemas de su patria. No se iba a quedar de brazos cruzados y limitarse a perrear sin más.
En los últimos años, Bad Bunny ha lanzado discos muy exitosos y su fama alcanza Hollywood con algún papel jugoso en el cine. Pero, para él, Puerto Rico es un imán que lo lleva hasta su tierra, de la que, tal y como anunció hace unos meses al lanzar su nueva producción, no se quiere ir. Por eso organizó una serie de conciertos en la isla desde julio hasta setiembre con los temas de su nuevo disco, Debí tirar más fotos, con el propósito de atraer a puertorriqueños de la diáspora y a visitantes de todas partes del mundo a ese lugar que lo inspira y le encoge el corazón como el más intenso de los romances.
Es tal el éxito de sus elaborados conciertos que los tiquetes ya están todos vendidos y, este verano, el turismo en Puerto Rico ha roto récords por la propia promoción del artista: sus shows han generado 200 millones de dólares, las reservas en los hoteles se han disparado, y desde el comienzo de la temporada estival, se calcula que el espectáculo atraerá a unas 600.000 personas, de las que se derivarán beneficios con su estadía, además de situar en primer plano los numerosos atractivos culturales de la Isla del Encanto.
No tengo la suerte de poder asistir a uno de los conciertos de Bad Bunny en Puerto Rico, pero con mis hijas escucho temas como Weltita (en colaboración con el cuarteto Chuwi), Debí tirar más fotos o DTMF, verdaderas joyas de este álbum en el que Benito se entrega a su isla y alza la voz por los que se han tenido que marchar, pero añoran sus playas, su música vibrante, los seres queridos que se han quedado.
Ese “Debí tirar más fotos” es por lo que quedó por hacer antes de la partida y luego ya no se puede recuperar. Ese “Ojalá que los míos nunca se muden” es por los que permanecen y, con ellos, perviven las tradiciones en contraposición al desarraigo.
Tema tras tema, y por alegres que sean, hay tras ellos un lamento borincano contemporáneo (el clásico es el del compositor Rafael Hernández Marín) que por momentos emociona. Bad Bunny no se quiere ir y nosotros no queremos dejar de escuchar sus 17 canciones de amor a Puerto Rico.
Red X: @ginamontaner
Gina Montaner es periodista.