La administración de la presidenta Laura Chinchilla (2010-2014) estaba convencida de las oportunidades que el hidrógeno, como fuente de energía verde, significaban para Costa Rica.
Por ello, financió un proyecto piloto mediante una alianza público-privada y aprendimos que con fuentes solares, eólicas, hidroeléctricas y de biogás se produce hidrógeno verde (esencialmente se realiza la electrólisis con fuentes renovables).
En el 2014 se redactó un proyecto de ley que acogieron varios partidos políticos y, como decimos los ingenieros, estábamos en movimiento virtual para lanzar al país como pionero y líder de un nuevo producto: hidrógeno verde. Hubo cambio de gobierno y el nuevo ministro de Ambiente decidió replantear todo. El proyecto público-privado se paralizó.
Por dicha el doctor Franklin Chang mantuvo viva la esperanza del hidrógeno y ha continuado realizando, por su cuenta, pruebas con vehículos y autobuses. Eso nos permite estar listos para relanzar una fuente de energía que será vital para el transporte pesado mundial, industrias intensivas en energía —como el cemento y el acero— y, por supuesto, para los viajes a marte, con los que sueña el astronauta.
Producir energía basada en hidrógeno verde generará empleos, será fuente de riqueza y ampliará nuestra oferta exportable, camino que podemos y debemos andar ya.
La industria marítima y los biocombustibles de desechos agropecuarios
Hoy quiero promover una nueva oportunidad de ser pioneros con otros combustibles. Los invito a leer los tres estudios publicados por la prestigiosa empresa estadounidense McKinsey y la Agencia Internacional de Energía sobre los caminos para que la industria marítima alcance la neutralidad en carbono en el 2050 (Charting global shipping’s path to zero carbon).
Las necesidades de la industria marítima ofrecen una nueva oportunidad para Costa Rica, porque los biocombustibles de segunda generación utilizan desechos agropecuarios, como la boñiga del ganado, las astillas y los residuos de la madera, y, en general, desechos orgánicos, como la broza del café y la granza.
Con ellos se generan combustibles de alta densidad energética, como el biometano (CH4) y el biometanol (CH3OH). En los modelos y escenarios que la prestigiosa firma dio a conocer hace unas semanas, describe el biometano como el combustible de transición a partir del 2030, el biometanol como el que estaría disponible en el 2040 y el amonio (NH3) como el electrocombustible más promisorio, pero a largo plazo y para el cual el hidrógeno es un insumo clave (de nuevo, gracias al Dr. Chang esta opción para el sector marítimo es también interesante para las exportaciones de Costa Rica).
El estudio sugiere varios mecanismos para acelerar la producción de los biocombustibles de segunda generación, tales como incentivos, leyes habilitantes y un sistema de pagos a ganaderos y agricultores que acepten participar en la producción de los nuevos combustibles.
McKinsey sugiere que un pago de $50 por tonelada de dióxido de carbono sería un incentivo suficiente para que ganaderos y agricultores participen en este nuevo mercado. El viernes 5 de febrero del 2022 el precio en Europa por tonelada de dióxido de carbono equivalente alcanzó 94 euros (equivalentes a $107), a ese precio, ganaderos y agricultores nacionales habrían obtenido pingües ganancias.
La industria marítima es responsable del 3% del total de las emisiones de dióxido de carbono equivalentes anuales. La cifra corresponde en este momento a unos 1,2 gigatones de toneladas, en otras palabras, el costo para la actividad marítima mundial de tornarse en una neutral es de $60 millardos ($60 billones anuales usando la terminología del inglés a un precio promedio de $50 por tonelada). Nuestro sector agropecuario puede beneficiarse al producir esos nuevos productos, aumentando así la rentabilidad de sus fincas y operaciones.
Ampliar el pago de servicios ambientales
Desde 1996, nuestro país tiene un sistema de pago de servicios ambientales (PSA) que hasta ahora no ha incluido ni a la ganadería ni el manejo de desechos agrícolas. Sería cuestión de ampliar y modernizar el PSA, que maneja bien el Fonafifo, para ayudar a producir un nuevo producto de exportación que además no compite con la producción de alimentos, pues —como expliqué antes— los biocombustibles de segunda generación se producen utilizando desechos agropecuarios.
Hace unos años visité lecherías experimentales, a las cuales el ICE y sus empresas pusieron a producir energía con desechos agropecuarios en Coronado. Naturalmente, el plan piloto mostró otros beneficios, pues también se redujo la contaminación de ríos y fincas.
Simultáneamente, el ICE y sus empresas experimentaron en algunos rellenos sanitarios (Río Azul, por ejemplo) con la utilización del metano de la basura depositada ahí con un sistema simple de pozos, tuberías de transporte del gas y generadores para la producción de electricidad. Tenemos, pues, el conocimiento local derivado de planes piloto llevados a cabo hace más de 10 años, tanto en lecherías como en rellenos sanitarios urbanos.
Lo que antes no había era un sector como el naviero, necesitado de biocombustibles de segunda generación. ¿Nos atrevemos a crear un nuevo producto de exportación? Impulsamos a nuestros ganaderos y lecheros a agregar valor a sus productos y a gestar nuevas opciones exportables.
Costa Rica es un miembro reconocido del club verde global, eso nos facilita encontrar socios y financiamiento para innovar y transformar la agricultura (o sus desechos) en otra fuente de energía renovable, lo que significaría acelerar la recuperación económica poscovid y dar empleo especialmente a los pobladores en las zonas rurales. ¿Lo intentamos?
El autor es exministro de Ambiente.