
“Son elementos esenciales de la democracia representativa, entre otros, el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas, y la separación e independencia de los poderes públicos”. (Artículo 3, Carta Democrática Interamericana)
La Carta Democrática Interamericana es un instrumento fundamental del ordenamiento normativo interamericano. En esta se reconoce el derecho a la democracia y la responsabilidad de los Estados de promoverla y defenderla. Su artículo 3 enumera los elementos esenciales que sustentan este sistema político.
En el contexto del panorama decisivo que representan las elecciones de 2026, resulta pertinente analizar cada uno de estos elementos y reflexionar sobre los retos que enfrentan.
1. Democracia representativa
Zovatto (2017) señala que la debilidad de las instituciones de la democracia representativa constituye uno de los desafíos más significativos de la democracia latinoamericana en la actualidad. El concepto de democracia representativa implica la delegación de la voluntad y la confianza del pueblo en sus representantes para la toma de decisiones nacionales.
Cuando la ciudadanía pierde confianza en espacios como los parlamentos, o en los partidos políticos que median la elección de quienes toman esas decisiones, se genera una crisis de credibilidad e incluso de legitimidad. En ese escenario, las personas dejan de sentirse dignamente representadas, lo que deriva en una pérdida de confianza en la democracia misma.
2. Acceso al poder con sujeción al Estado de derecho
Este elemento es importantísimo para la comprensión integral del artículo 3, pues garantiza que el ejercicio del poder se realice dentro del marco de la legalidad, el respeto a la división de poderes y el deber de rendición de cuentas.
Ello supone la existencia de un sistema efectivo de pesos y contrapesos, en el que no solo haya una división formal de poderes, sino también mecanismos que permitan vigilar y salvaguardar el cumplimiento de las responsabilidades de las autoridades. La democracia plena no se limita a la elección de gobernantes, sino que exige que estos ejerzan su poder de forma democrática y respetuosa de las competencias de cada institución del Estado.
3. Celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal
En gobiernos monocráticos (Vallès, 2007), pueden celebrarse elecciones siempre que no representen un riesgo para quienes controlan el poder. En una democracia representativa, en cambio, los procesos electorales deben amplificar las voces de la ciudadanía y permitir su participación real en las decisiones que les afectan.
Garantizar el ejercicio efectivo del sufragio universal implica que las elecciones se realicen en condiciones de libertad, que se celebren de manera periódica y que sean accesibles para todas las personas, sin trabas ni obstáculos para determinados grupos poblacionales. La democracia requiere elecciones equitativas, justas y plurales, en las que todas las voces puedan ser escuchadas de forma regular y universal.
4. Régimen plural de partidos políticos
Un régimen plural de partidos políticos permite la convivencia cívica de distintas corrientes de pensamiento e ideologías y abre espacio para la representación de la diversidad ciudadana. Este pluralismo es un componente esencial de la democracia, pues los partidos canalizan y organizan las fuerzas políticas para impulsar agendas orientadas, desde distintas visiones, al bienestar del país.
Sin embargo, como advierte Zovatto, datos de Transparencia Internacional indican que la policía y los partidos políticos son percibidos como las instituciones más corruptas a nivel global. Cuando los partidos pierden su músculo político, no solo disminuye la militancia ciudadana, sino que también se erosiona su legitimidad como puente entre la ciudadanía y la representación popular.
5. Separación e independencia de los poderes públicos
La separación e independencia de los poderes públicos es fundamental para garantizar la transparencia, la legitimidad democrática y el equilibrio institucional. Este principio evita la concentración del poder en un solo ente, grupo o individuo.
A la luz de los elementos anteriores, resulta claro que, en una democracia representativa, ningún poder debe situarse por encima de los demás.
Es indispensable que los poderes del Estado mantengan relaciones de cordialidad y cooperación, siempre bajo el respeto irrestricto al principio de división, separación e independencia que sostiene el orden democrático.
m.ulethp@gmail.com
Mia Fink Uleth es activista por los derechos humanos y estudiante de Derecho en la Universidad de Costa Rica.