En el siglo XX, América Latina tuvo siempre un aura romántica y el aroma del continente de la eterna promesa. Su futuro iba a ser luminoso, en claro quiebre con su pasado cruel y oligárquico, la tierra de lo fantástico y lo desmesurado, hogar de una literatura que deslumbró el mundo: desde Rubén Darío pasando por Asturias, Mistral, Neruda, Borges, Carpentier, Paz, Rulfo, Sábato, García Márquez, Vargas Llosa, Onetti, por citar algunas cumbres. Y, por supuesto, éramos sede de los milagros del desarrollo a ser imitados, como el Brasil de los sesenta, el Chile de este siglo, o de las nuevas sociedades revolucionarias como Cuba. Hasta jugábamos el fútbol distinto, en contraste con el rígido molde europeo, gracias al desparpajo del jogo bonito carioca, el potrero argentino o la reciedumbre uruguaya.
Sabemos, por supuesto, que, en rigor, nunca fue así. Los milagros siempre terminaron desinflándose y la Revolución cubana y sus extrañas hijas bastardas, Nicaragua y Venezuela, terminaron muy cerca del infierno, para tragedia de millones. Eso sí, la huella en el arte y la literatura en el mundo no nos la quita nadie y, en el fútbol, ya no deslumbramos, pero somos contendientes.
Dejémonos de vainas: hoy América Latina es un “ya fue”, no un “será”. Por supuesto que tiene futuro, todos tenemos uno, pero la región perdió su aura y aroma, su convicción de que lo mejor estaba por venir. Está por completar una nueva década perdida en su desarrollo, años de bajo crecimiento y progreso social estancado, y de abandono de las pretensiones de modernización económica. Muchos países se aferran a su especialización como exportadores de materias primas y alimentos, un verdadero retorno a la situación que el gran Raúl Prebitsh, fundador de la Cepal, propuso remediar.
Nuestra aportación política ya no son grandes ideales, aunque fueran irrealizables, sino una colección de líderes con un fuerte tufo autoritario, algunos estrafalarios como el argentino Milei, vergonzosos como el venezolano Maduro, carcamanes como Ortega, cínicos del autobombo como el salvadoreño Bukele o herederas del retorno autoritario como la mexicana Sheinbaum. Y los que no calzan ese molde, están desdibujados y se limitan a flotar, como el brasileño Lula. Y eso que no completo la lista con otros impresentables. Y todas las naciones nuevamente apabulladas por el gigante estadounidense. ¿Quo vadis América Latina?
vargascullell@icloud.com
Jorge Vargas Cullell es sociólogo.